domingo, 6 de noviembre de 2016

De gorriones...



“La mañana de Santiago está nublada de blanco y gris, como guardada en algodón. Todos se han ido a misa. Nos hemos quedado en el jardín los gorriones, Platero y yo.¡Los gorriones! Bajo las redondas nubes, que, a veces, llueven unas gotas finas, ¡cómo entran y salen en la enredadera, cómo chillan, cómo se cogen de los picos! Este cae sobre una rama, se va y la deja temblando; el otro se bebe un poquito de cielo en un charquillo del brocal del pozo; aquél ha saltado al tejadillo del alpende, lleno de flores casi secas, que el día pardo aviva”.

      Gorriones, Juan Ramón Jiménez.



Desde la mirada expectante del autor Juan Ramón Jiménez, que vivarachos e inquietos resultan los pardos pájaros. En éste fragmento del poema “Gorriones” hay que ver como disfruta especialmente de su presencia.
También desde su prisión, Miguel Hernández se acuerda de ellos en su poema “El gorrión y el prisionero”. Los disfruta libres desde su amargo cautiverio, envidiándolos por intrépidos aventureros en busca de las migajas enrejadas; rejas con fronteras sin peaje.

Gorriones eternos, tallados con letras nobles en poemas y canciones que mecen el alma del lector sensible. 
Sí, gorriones, gorriones y gorriones volando por la imaginación de grandes poetas. Poetas que vieron en estas aves tan cotidianas del paisaje urbano una nota de atención y nostalgia del siempre vivo renacer de los días venidos y por venir. El pajarillo presente en las mañanas del trabajo y tardes de veladores. Recorriendo a saltos como bolitas emplumadas, cada uno de los recovecos enmarañados de patas de sillas y mesas. Sorteando, también, los pies entrecruzados de los comensales a la búsqueda de alguna migaja caída en sus dominios. Pájaro mundano, hábil en el trato con los humanos por adaptable y perseverante.



Pero este pardo pájaro, tan corriente, avispado y activo, tiene sus bajas y sufre el desencanto de poemas tiernos convertidos en tragedia. Son los jóvenes víctimas propicias por falta de rodaje. Fatal destino para inocentes inexpertos salidos del fortín nidal a la desprotegida calle, al peligro agazapado.
Mis apuntes, relatos de la vida, no sólo desvelan esa ternura de final feliz. Son diversas notas que describen, además, la crudeza del esmerejón Falco columbarius arrancando de las ramas de un árbol al gorrión recién despertado. Al joven desventurado prisionero de las fauces del felino urbano, hostigado por unos progenitores desesperados por la impotencia. La ignorancia del pequeño pidiendo ceba cuando una urraca Pica pica se posa a su lado destrozándolo a picotazos para ser devorado seguidamente. O, como la madre deposita fuera del nido, con delicadeza, al recién nacido muerto; víctima quizá, de un golpe de calor estival. Son historias de la vida y su severa escuela.



También el gorrión, pirata de las oportunidades, desbanca a los aviones comunes Delichon urbica de sus nidos, del mismo modo que los estorninos Sturnus vulgaris lo hacen con él. El gorrión patrulla los graneros, y en comandos bien organizados, los asalta cuando las dificultades meteorológicas arrecian y el alimento escasea. Eso suele ocurrir después de haber consumido infinidad de insectos perjudiciales para los cultivos durante unas tres crías anuales por pareja. Son grandes aliados del agricultor. Su pericia cazadora lo capacita incluso para atrapar -como pude observar en una ocasión- un saltamontes egipcio Anacridium Aegyptum de gran tamaño en vuelo.
Bien sabe China cual fue el precio de aniquilar al gorrión común por un puñado de grano. Granos ofrendados de nuevo para su reintroducción, dejándolo actuar dada su eficacia contra los insectos nocivos del campo. Así corrigieron el error, por ignorancia, con que optimizaron cosechas venideras.



No podría concluir sin adjuntar mas desparpajo en este paseriforme tan oportunista, recordando una ocasión mientras observaba a un pito real Picus viridis picotear el duro suelo de un descampado entre unos coches. El pícido preparó un manto de tierra removiéndola entre cuatro atentos gorriones. Agitó sus alas levantando una ligera polvareda con la que cubrió su plumaje. Después, organizados jerárquicamente procedieron también a su aseo personal dichos gorriones, aprovechándose de la labor del picamaderos verde.

Los gorriones son impredecibles en cautividad. El último que tuve, fue recogido por su debilidad manifiesta. Es posible que sus padres no dieran abasto para alimentarlo por la presión del resto de sus hermanos y quedó desatendido; suele ocurrir. Reconozco que dada su nula impronta, resultó durante su cría un pájaro arisco y poco sociable. Se dejaba alimentar pero, siempre, guardando la distancia prudencial. 
Su liberación, una vez recuperado definitivamente, fue tan sencilla como abrir la ventana y dejarlo escapar.

Posadero para pasar la noche elegido por él

Pero hubo otro ejemplar que no puedo ni quiero borrar de mi memoria. Mi hija se ocupó de él cuando apenas asomaban las plumas de su pequeño cuerpecillo. Mientras hacía los deberes, el gorrión la acompañaba posado en su caja, día tras día.
Correctamente alimentado, sus patas y alas respondían con la precisión esperada. Y, aprendido el territorio compartido del piso, volaba en busca de nuestros hombros o cabezas para posarse si nos perdía de vista. Bebía de su cuenco o, por ser más accesible, de la pecera, antes que el carpín naranja fuera a su encuentro burbujeando.

Abrir el bote de comida del pez era una aventura. Siempre atento el gorrión, acudía veloz a posarse sobre el borde, metía la cabeza y removía violentamente todo su contenido. Aquellos copos caían por la cocina como la nieve sobre la montaña. Le gustaban mucho, no cabe duda. 
El no va más, ocurría cuando nos abríamos un helado de cucurucho y se apercibía de ello (me refiero a las primeras veces antes de tomar precauciones). Aterrizaba como enloquecido sobre la mano y picoteaba el helado como si llevara días sin comer. Era tal la obsesión con el dulce que, para estar más cerca del alimento, se posaba sobre él, y los enjutos dedos de sus patitas se hundían levemente sobre el cremoso helado. Para que no nos manchara, había que cogerlo literalmente y mandarlo a la galería para terminar el postre tranquilos (le dejábamos su parte, claro).

Daba la impresión, es sólo un comentario, que el pequeño gorrión hubiera heredado genéticamente el gusto por los helados, impregnado su instinto por generaciones anteriores.

Llegaba el día a su fin y el gorrión buscaba refugio para dormir. Al principio nos gustaba como se acurrucaba sobre nuestro hombro pegándose al cuello; ahuecaba el plumaje y giraba la cabeza apoyándola sobre su dorso. Cuando había que moverlo para llevarlo a su posadero, su despertar era agresivo. Apuntaba con su pico entreabierto, muy enojado, el dedo con el que pretendías trasladarlo. Muy a nuestro pesar, evitando el placer de ofrecerle el hombro para su descanso, al llegar la hora de dormir lo depositábamos en su percha. Las aves necesitan la seguridad de un espacio convincente para pasar la noche. Su instinto lleva impreso en materia de seguridad, la importancia de dormir protegido para evitar a los predadores nocturnos de su hábitat. Despertarlo una vez acomodado, era muy estresante para él.

En la recta final de su cautiverio y dispuesto para la libertad


12 comentarios:

  1. A veces se menosprecia a los gorriones, pero hay que crear conciencia de lo importantes que son y por lo que se ve en declive acusado. Fantástico el reportaje que le has dedicado a este jovenzuelo, y con final feliz. Un abrazo desde Cantabria.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De tan comunes que son, sería difícil hacerse a la idea de vivir sin su constante compañía.
      Cuando se habla de su declive, sin especificar todavía la causa, que es lo de menos, se me encoge el corazón.
      Gracias por tu amable comentario Germán.

      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Muy entretenida esta entrada sobre los gorriones. Esto me recuerda como al acabar los recreos de los colegios, los patios se llenan de estas aves que comen los restos de los bocadillos o almuerzos que los niños han dejado, es todo un espectáculo ver como aparecen y ocupan todo el suelo, dándose un festín finque nadie los moleste.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es una relación eterna la de gorriones y niños. Quién se puede olvidar de esa estampa, por lo menos en mis años infantiles, del puño cerrado con el gorrioncillo debatiéndose para escapar; sus comisuras amarillas y sus asustados ojos pardo oscuros.
      Espero que dure muchos años esta relación gorriones y recreo con niños gritando de júbilo.

      Un abrazo

      Eliminar
  3. Esa comisura del pico, con giro hacia abajo, quizá sea la causante de la expresión de cierta tristeza que transmite su cara. Sus inquietos ojos, siempre alerta, alimentan también tal sensación. En conjunto opino que su azarosa existencia puede propiciarle un aspecto taciturno, pero no parece necesitar tampoco que le enseñen a buscarse la vida.
    Un placer leer tu entrada y observar los detalles en las buenas fotos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El ruiseñor siempre ha tenido una fuerza especial por su canto, siendo encumbrado a los primeros puestos de aves portentosas por facultades sorprendentes, en éste caso la voz.
      Sin embargo, aparece el gorrión, que también pide una referencia en el mundo de las aves como especie cotidiana en el ajetreo urbano de personas apresuradas y estresadas, en fin, como un compañero fiel e interesado del humano.
      Gracias por comentar.

      Un abrazo.

      Eliminar
  4. Oh, que entrada tan, tan, tan bonita!!!! Y las fotos me han enternecido un horror! Que recuerdos! Cuando vivía en Madrid, de pequeña ( y no tanto), no era infrecuente encontrarme a un pequeño caído del nido, y saque a una buena docena adelante... aunque alguno se me murió. Recuerdo su olor y la sensación de tenerlos en la mano y que se negaban a comer hasta que no cogían "confianza" y como los llevaba de un lado a otro todo el día, en un cestillo, junto al pecho, mientras estaban débiles. Y lo bien que me sentía cuando estaban fuertes y se iban volando por la terraza, a hacer sus vidas de gorrión.
    Que bonito lo que cuentas! Que fotos tan lindas! da un gusto tremendo leer cosas asi, sabes? Da alegría. Y eso no es moco de pavo, no.
    Un abrazo enorme
    Anónima Eve

    ResponderEliminar
  5. Es inevitable que algunos ejemplares mueran por causas que no podemos saber si no es por medio de una necropsia. De todos modos, sintiendo la oportunidad perdida del ave malograda, no podemos bajar los brazos, puesto que siepre quedarán otros que necesiten de nuestra ayuda; bien por que están demasiado débiles o por que han recibido algún tipo de golpe al caer del nido o por el impacto de un automóvil etc...
    Comparto contigo el placer tan grandioso que resulta liberar al pájaro que hemos tenido tantos días en nuestra compañía, sabiendo que, la ciudad como su hábitat natural le dará todas las facilidades que no tendría, tal vez, en otro lugar.
    Bueno, lo bonito es entrañable pero, desgraciadamente, hay otra cara demasiado cruda y que forma, para el mantenimiento de la vida, una necesidad.

    Te mando un breve documental (no sé si lo habrás visto) de tu Madrid de la infancia con el gorrión como protagonísta.
    Estoy seguro que te gustará; no me cabe la menor duda.

    Otro abrazo para ti


    https://www.youtube.com/watch?v=N0DkaM5l1bA

    ResponderEliminar
  6. Oh! No, no lo conocía y, efectivamente, me ha encantado. Que ternura, que amable ver la vida cotidiana de esa manera, el gorrion bravo del Cafe de Oriente! Muchas gracias por referirmelo, Javier! Ojala se viese una convivencia asi en mas ocasiones...por parte de las personas. Cuando iba a veranear al pueblo de mis padres tambien tenia ocasion de recoger gorriones caidos y todo el mundo se mofaba de mi y me aconsejaban y lo peor, se ofrecian a " estrellarlos conra el suelo" y me llamaban estúpida de la capital y esas cosas.Yo rabiaba hasta que me hacian llorar, pero no dejaba de hacerlo. Y me iba a la iglesia a soltarlos porque estaba en alto. Y que mas me daba todo eso a mi, cuando se echaban a volar, recuperados.
    Aqui apareció uno en en jardín, pero yo ya sabía que estaba muy muy mal - se nota- asi que aunque igual deberia ser mas valiente y poner fin a los sufrimientos de un animalillo salvaje, hice lo unico que se hacer en esos casos, que fue llevarmelo a un bosquecillo aqui cerca y buscarle un sitio recoleto y tranquilo, para que al menos no sintiese miedo y confusion.
    Pero han sido - y seran- mas las veces que sale bien y te das el gustazo de verles partir. Habia uno que me dio la sensacion de que volvia a mi terraza, que volvia y bueno...que recordaba.
    Reitero: precioso post del minusculo y precioso gorrión
    Un abrazo
    Anonima Eve

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Las historias de los pueblos siempre han tenido derivaciones insospechadas. Había elementos tan rudimentarios que parecían salidos de las pinturas de algunas cavernas. También recuerdo ese tipo de "mundo rural" embebido en sus profundas aventuras a la búsqueda de algo en el campo para escardar; sobre todo, pajarillos en los nidos.

      Me alegra que, a pesar de aquella gente que, algo habrá cambiado, estés todavía por la labor de seguir con tu cometido medioambiental.

      El pequeño documental es de los años ochenta pero, a pesar de ello, sigue gustándome por el desparpajo del gorrión dando un paso mas en su asalto al fortín humano. Como poniéndose en primera línea de riesgo donde el peligro es mayor, tanto como el beneficio. Que pájaro más atrevido.

      Había otro reportaje de como una mujer mayor acudía a diario al parque de El Retiro a dar de comer a gorriones y palomas. Los gorriones la conocían tanto que comían de sus manos, e incluso, de su boca.

      Me gustan mucho las historias cotidianas de animales y personas solidarizados en un mundo de por sí, demasiado complicado para llenarlo de más trabas.

      Gracias por tu atención Eve.

      Un abrazo


      Eliminar
  7. Ohhhhhhhh... que lindo! Cada dia mais romântico e dedicado...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu infalible presencia y por tus comentarios animosos.

      Besos y abrazos...

      Eliminar