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lunes, 6 de febrero de 2017

Un día de avutardas aragonesas

Preciosa estampa la del macho de avutarda al paso, entre la reverdecida tierra y el cielo agrisado. 

El renteante motor del Land Rover ruge al vadear los surcos dejados por la fuerza de las últimas lluvias en distintos tramos del camino. Dentro de su cabina, mientras atraviesa esos desniveles abruptos, nuestros cuerpos se balancean de un lado a otro como latigazos secos, y las bajadas repentinas nos clavan en los asientos casi vaciando nuestros pulmones. Es lo que tiene la fiabilidad de este experimentado todo terreno en cuya capacidad montera se olvidaron de ciertas comodidades.


Vamos Fernando y yo a una cita con la más grande de las aves esteparias. Aquella cuya caza se tuvo que prohibir para evitar su extinción; me refiero a la avutarda Otis tarda. No debieron de darse cuenta los ecologistas de la escopeta de los especímenes que desaparecían bajo su empeño equilibrador en la estepa. Haciendo uso de un método eficaz de muerte -el rifle con tele-mira-, sumaba el artefacto tal precisión que permitía al cazador tener una barriga ilimitada en tamaño como para no impedirle matar físicamente a cualquier animal por rápido que éste fuera. Aguardando desde un parapeto, como hacen siempre, sólo tenían que apretar el gatillo mediante el ejercicio brutal del dedo para conseguir el resultado mortal de este bendecido deporte.
Afortunadamente, aunque con extraordinaria lentitud, la especie se recupera y son unos 200 ejemplares los que tenemos en Aragón a pesar de la nefasta política de los incompetentes de siempre.
 


El gris plomizo del cielo varía a lo largo del día en estas tierras monegrinas hartas de sequía. Tratamos de aprovechar la jornada al máximo porque sabemos que, al final, caerá el agua como pronosticaron ayer en el parte meteorológico. Hemos dado bastantes vueltas asombrados por la gran cantidad de bandos de calandrias, además de otros paseriformes de estepa y fringílidos. En este territorio de los Monegros donde las lluvias son recuerdo deseado para días venideros y la sequía habitual comparte el polvo con el viento, viajamos bajo nimbos que hace rato anulan poco a poco la luz matinal.
Fernando conoce el terreno por su dedicación a las avutardas en trabajos de censo y reproducción, así que, miramos sin descanso entre las vaguadas baldías y sementeros tratando de localizarlas. Por fin damos con un hermoso macho que campea tranquilo alimentándose. Damos la vuelta para desaparecer tras un pequeño promontorio, abandonamos el vehículo sin golpear las puertas al salir y, de uno en uno, nos arrimamos arrastrándonos penosamente por el barro y la hierba húmeda hasta el punto adecuado. Desde allí fotografiamos y nos deleitarnos con el precioso porte y caminar de este macho que, en principio, se ofrece poco receloso a nuestra precavida presencia.



Poco estamos en su compañía y rodamos hacia otros lugares para tratar de hallar más ejemplares. Esta vez un nutrido grupo levanta el vuelo, tal vez, algún vehículo agrícola se nos adelantó y las siluetas de los gigantes voladores con aletazos profundos, pesados y ralentizados por la pesada carga de su cuerpo (los machos pueden alcanzar los 18 kilos), se aleja rasando sobre la loma hasta alcanzar otro punto distinto prosiguiendo con su parsimonioso caminar. Contamos 33 ejemplares de los 35 censados el año anterior.
Ya cae lentamente la necesaria lluvia sobre esta tierra tan castigada por la sequía en el momento de marcharnos. Partimos satisfechos de ver a esta carismática ave tan perseguida por algunos incultos y falsos amantes del campo a los que nunca les resulta suficiente las ayudas aportadas por los Fondos Europeos. La amargura crónica de esta gente no nos revienta el fructuoso día de avutardas que hemos disfrutado, además, vamos cargados de fotos para el recuerdo.








jueves, 14 de agosto de 2014

En la tórrida estepa de gangas y ortegas

Dos machos de ganga ibérica y un ejemplar en primer plano de ortega; a la derecha, tras el cardo, un bisbita campestre Anthus campestris

Os dejo unas imágenes, aunque algo pasadas de fecha, de estas dos especies de aves esteparias que llenan el espacio bulliciosamente en sus veloces desplazamientos.


La madrugada estival de 2011 no aportaba todavía la cantidad necesaria de luz para apreciar algún tono concreto de la inmensa estepa. Sólo se vislumbraban los contornos desnivelados de algún cabezo redondeado o de aristas quebradas silueteadas por la débil luz del horizonte.
Fernando y yo nos apresurábamos a terminar el pozo que nos serviría de escondite para tener una vista lo mas rasa posible del suelo y poder estar a la altura de los pteróclidos. A la creciente serenata melodiosa de los aláudidos, que atronaban con sus voces todo el territorio estepario, se unía el machacón y desagradable golpeteo del azadón y el pico con el que hacíamos un hueco suficientemente espacioso. Cuando topaban esporádicamente con algún que otro pedrusco, las herramientas centelleaban por el impacto. Terminada la obra y, sellada perfectamente para no levantar las sospechas de gangas y ortegas, muy temerosas por los depredadores que las acechan en las charcas, nos dispusimos ocultos a la larga espera. Por fortuna, estas aves son bastante puntuales en sus desplazamientos hacia los bebederos y, aparecieron a la hora acostumbrada. La agostada superficie que rodea la balsa y todo lo que alcanza la vista, es de color uniforme; todo es ocráceo. Las raquíticas plantas que sobreviven al ocaso del ciclo veraniego apenas aportaban retales de verdor. 
Antes de bajar, realizaban círculos de prospección sobre el terreno con su voz característica. Las gangas y ortegas, nos avisaban que pronto se posarían después de los vuelos de reconocimiento. Una vez posadas, veíamos atentos la pausada marcha hacia el ansiado liquido con el que aplacarían su sed.
No dejo de admirar a estas aves tan bellas y bien adaptadas, capaces de soportar unos cambios de temperatura tan duros como los que se producen en la estepa aragonesa.


 Ganga común Pterocles alchata.

Ortega Pterocles orientalis.




El macho de ganga tiene dos collares y la hembra tres; ambos plumajes me parecen espectaculares. 


La ocrácea estepa, dura, pero llena de vida, alberga estas policromas maravillas. 


domingo, 4 de noviembre de 2012

Aquella balsa en un día de calor




Hembra de ganga común (Pterocles alchata)


No, no, no. No es lo mismo, sobre todo en días tórridos, ahuecar y llenar la palma de la mano con agua fresca del arroyo y llevártela a la boca mediante pequeños sorbos que amorrarte (como dicen en mi tierra) de cabeza directamente sobre el agua y succionarla hasta completar el cupo necesario de hidratación. Es el único modo de colmar la sed placenteramente y sentirse absolutamente satisfecho. Vamos, de mitigarla de un tirón sin incómodas pausas viendo con impotencia como escurre el agua entre los dedos. 

 
Hembra de ortega (Pterocles orientalis)

El modo de beber de diferentes especies de aves es lo que veía desde mi observatorio con mucha atención durante un día de calor agobiante y prácticamente insoportable. Cuando las aves se acercaban a beber a la charca perdida en el páramo, sólo las columbiformes (palomas y tórtolas) y las pteróclidas (gangas y ortegas) bebían directamente el agua sin necesidad de echar la cabeza hacia atrás para tragarla. Este fenómeno se conoce como  peristalsis y consiste en sumergir el pico hasta la comisura del mismo y bombear o succionar el agua mediante contracciones del esófago, como hacemos los humanos.
Otros ejemplos similares y rápidos para ingerir líquidos es el de las suimangas (Nectariniidae) y los colibríes (Trochilidae) que lo hacen mediante una lengua protráctil y acanalada. Los loros (Psittacidae) baten hacia arriba el agua provistos de una lengua gruesa y corta. Aunque no sumergen el pico hasta sus comisuras como palomas y gangas, ninguno de estos tres grupos necesita variar su postura para beber.
Las aves marinas, pelágicas, aquellas que se pierden mar adentro, pueden beber agua salada gracias a unas glándulas situadas cerca de los ojos y, mediante una función similar a la ejercida por los riñones al filtrar la sangre, la sal es eliminada por los orificios nostriles. 
Tal vez, lo más cómodo sea conseguir el líquido necesario de las mismas presas capturadas por sus depredadores o, mediante otro tipo de alimentos consumidos por otras especies igualmente adaptadas a los espacios áridos, esteparios o desérticos que, por eliminación de los desechos nitrogenados en forma de ácido úrico (uricotelismo) reduce la demanda fisiológica del agua.

 
Grupo de jóvenes palomas torcaces (Columba palumbus)

Abrasándome dentro del hyde, atendía visualmente los minúsculos y fugaces tragos de variados pajarillos mientras bebían, entraron entonces, recelosas, unas torcaces y unas ortegas, enchufaron el pico en el agua y la bombearon sin mover la cabeza con tragos que se adivinaban perfectamente. Una vez saciadas, la paladeaban complacidas y satisfechas al haberse quedado bien a gusto…y yo, desde el interior del hyde muerto de sed al haber consumido el agua de la botella, solo me quedó el consuelo de pensar desde mi desesperación: ¡así se bebe, si señor!

 
Pombão  (Patagioenas picazuro). Paloma de distribución meridional en Brasil; también presente en Argentina, Bolivia y Paraguay.

 
Urracas (Pica pica) bebiendo en la balsa.
Las narinas de la urraca de la izquierda quedan al descubierto mientras sumerge la mitad del pico para beber, no así en las columbiformes y pteróclidas que quedan bajo el agua. Mientras la urraca de la izquierda coge agua, la de la derecha, en la segunda fase, levanta la cabeza para que el líquido penetre por gravedad y, simultáneamente, vigila el entorno. Esta sucesión intencionada de vigilancia a la hora de beber es propia de muchas aves; unas vigilan mientras otras beben.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

Agua...

 
Zorzal charlo (Turdus viscivorus). 

La vida sobre la tierra apareció en este medio líquido, y después de muchos miles de años de evolución biológica, aparecieron las primeras muestras de vida terrestre. Aunque muchos seres se adaptaron fuera de los primitivos océanos, nunca se independizaron del todo del agua, la necesitaban como un alimento más y elemento vital y regulador de sus funciones vitales. Sus tejidos están formados entre otras cosas por agua, constituyendo en los animales entre un 60% y un 70%, y en las plantas ocurre lo mismo, entre el 75% y el 90% de su peso es agua. 

El agua es indispensable para la vida. El agua, nos devuelve cierta paz interior cada vez que nos situamos frente a ella, disfrutando de su transparencia, de su sonido y de su inmensidad, sobre todo, al encontrarnos frente al mar. Muchas veces, mientras nos hallamos descansando cerca de la orilla de cualquier fuente de agua, podemos descubrir cómo el resto de seres vivos compañeros de este planeta se acercan a por su dosis acuosa vital. Toman, eso sí, toda suerte de precauciones, dado el riesgo que conlleva despistarse ante el posible ataque de cualquier depredador acechante. Si somos pacientes y sigilosos, veremos multitud de facetas curiosas sobre la utilidad que del agua hacen las aves.

 
Hembra de ortega (Pterocles orientalis).

 
Hembra de ganga (Pterocles alchata) sumergiendo el vientre al beber. 

Existe cierta controversia sobre la capacidad de los pteróclidos de transportar agua con su plumaje mediante la esponjosa absorción de sus plumas. Se cree que gracias a ello, los adultos de ganga y ortega son capaces de llevar a sus pollos agua empapada en las plumas ventrales desde largas distancias. El calor, la fricción del viento y la agitación del vuelo, hacen bastante improbable que logren llegar con el plumaje húmedo hasta los pollos. Personal y modestamente creo, que debido a las altas temperaturas que soportan de hasta 60 grados tumbadas sobre el terreno estepario durante el estío, es comprensible que estas aves alivien esa zona tan castigada por el calor sumergiéndola placenteramente mientras beben. Quién haya visto la expresión facial de estas aves al contactar con el agua, comprenderá el sentido del comentario.

 
Lo que en el cielo azul sería la silueta de la carraca; en la estepa parda, es el plumaje de la terrera común (Calandrella brachydactyla).

 
Joven del año de cogujada común (Galerida cristata).

 
Calandria (Melanocorypha calandra).

 
Hembra de escribano soteño (Emberiza cirlus).

 
Macho de verdecillo (Serinus serenus). Precaución o coquetería. Se puede desconfiar sin duda, de los enemigos que pueda haber incluso en el interior del agua. Pero, también se puede uno mirar para comprobar el estado del plumaje o el aspecto general. 

 
Por supuesto, después de apreciar en el espejo el mal estado del plumaje, se procede al lavado inmediato. Para las aves es de vital importancia el buen estado de las plumas. Una hembra de verderón (Carduelis chloris) iniciando el baño.

 
Es importante el factor de acompañamiento para eliminar riesgos innecesarios. A partir de dos ejemplares se puede beber tranquilamente mientras otro vigila la presencia repentina de algún depredador. Hembra y macho de pardillo común
(Carduelis cannabina).  

Gorrión chillón (Petronia petronia).

lunes, 11 de octubre de 2010

Ortegas (Pterocles orientalis)



La calma de la mañana se refleja por el amanecer sin prisas de un tímido sol, que comienza a iluminar un nuevo día fuera de la época de cría de muchas aves. Los aláudidos, fringílidos y otras aves que ya no están, concluyeron con sus voces territoriales, reemplazadas ahora por la brevedad de los reclamos dispersos por un páramo salpicado de romeros, tomillos, aliagas y sabinas que dejan de manifiesto, la monotonía vegetal de este desabrigado paisaje. Una hora después de amanecer, comienzo a escuchar las voces emblemáticas del páramo, son las de los bandos de ortegas, que avanzan aceleradas cortando el aire con el agitado aleteo de su audible y veloz vuelo cuando me sobrepasan fugaces. Van directas seguramente a sus abrevaderos habituales, a los que se desplazan desde distancias que pueden superar los cincuenta km. El agua, es muy necesaria para ellas y sus pollos, puesto que suplementa la escasez hídrica que obtienen de semillas y brotes vegetales de los que se alimentan por estos terrenos tan secos.

En España las poblaciones son sedentarias, aunque si efectúan movimientos trashumantes. Llegado el invierno, se concentran en bandos que pueden alcanzar los 50 ejemplares. Los pastizales secos, eriales y cultivos de secano (preferentemente los de cereal y en barbecho), reúnen las preferencias habitables para esta especie.


Comportamiento en el bebedero


Hay una gran tensión palpable entre los ejemplares que van llegando a beber; una vez posadas las ortegas, emiten una suave voz líquida y apaciguadora. Al coincidir varios individuos presentándose en parejas o en reducido número, se forman grupos apartados de la orilla esperando un turno prudente para acceder al agua. Tal vez sacien su sed, no las aves que llegaron primero, sino las que parecen estar más sedientas y desesperadas. Digo esto, porque hay ortegas que abandonan la balsa incluso sin llegar a beber, puede que, por un exceso de recelo capaz de hacerles aguantar hasta otra próxima ocasión que no dejarán escapar. Esta situación en la que domina cierto nerviosismo, proporciona posiblemente una vigilancia rotativa. Tan sólo les basta unos segundos para saciarse y, súbitamente, impulsadas con su musculatura pectoral excepcional, levantan el vuelo casi en vertical, emitiendo su particular reclamo con más fuerza si cabe, como estallando por la presión nerviosa acumulada después de soportar la tensa permanencia en un lugar de alto riesgo como son las balsas.




- Un macho de ortega con el plumaje del cuello algo estropeado acude cautelosa a la orilla.



- Las ortegas más decididas van acercándose lentamente a por su ración de agua







- La inmersión del plumaje ventral mientras bebe, provoca una sensación de alivio en la ortega. Aunque disponen de una coraza antitérmica en el vientre capaz de aislarles de suelos tórridos (soportan hasta 60 grados de temperatura canicular), dicha acción les resulta muy placentera.



- No todas las aves pueden succionar o bombear el agua (como hacemos los humanos), teniendo que levantar y echar hacia atrás la cabeza para que el pico, bascule y vacíe el agua recogida en su conducto digestivo. Sin embargo, como las columbiformes; las pteróclidas (ortegas y gangas), también han resuelto evolutivamente este problema mediante la contracción progresiva de un extremo a otro del esófago, para hacer avanzar el líquido contenido (Peristalsis), sin levantar la cabeza.










- Las ortegas más desconfiadas, aguardan su momento y aprovechan para acicalarse o dormitar leves segundos. Siempre hay miradas alerta. Chorla, churra etcétera, son apodos onomatopéyicos con que los lugareños las conocen, apropiados por su característica voz, un audible y específico “Churrr”. Si se las escucha de cerca, se puede oír incluso, el sonido de retorno, cuando inspiran de nuevo llenando sus pulmones de aire.

En El Libro Rojo de los Vertebrados de España 1992, está catalogada como vulnerable.

domingo, 29 de agosto de 2010

Pequeño corredor


- Pollo de alcaraván (Burhinus oedicnemus)

Hace dos sábados, había disfrutado con agradable sorpresa de la presencia de las veloces ortegas (Pterocles orientalis) acudiendo a beber a una pequeña balsa perdida por un páramo desierto y ventoso de las solitarias tierras turolenses. Este abrevadero, realizadas todas las comprobaciones oportunas, lo iba a utilizar para observar a las pteróclidas todavía más de cerca utilizando el telescopio, precisamente, este pasado sábado.

El caso es, que conduciendo de noche por una solitaria carretera afortunadamente casi en desuso, sabía de la costumbre de los chotacabras de reposar sobre el templado firme del asfalto para ganar calor durante la noche, y por ello, la velocidad con el coche, era limitadísima. Dos, volaron desde la lejanía; no había peligro porque parecían estar alerta. Hace años, se veían ejemplares atropellados, mucho antes de la construcción de otra carretera más ancha y transitable que casi jubiló a la vieja.

Como era de esperar, apareció un espontáneo diferente correteando en zig-zag por la carretera. Bajé la intensidad de los faros y reduje a ralentí la velocidad, pero el ave no desaparecía. Paré el coche para apartarlo con la intención de mandarlo hacia los campos, pero el camino más cómodo para él, era el asfalto. La noche era fresca con manga corta, bueno, fresquísima como corresponde a las tierras de Teruel y, no disponía de toda la mañana. Me armé de paciencia, froté mis manos con las hierbas de la cuneta y afortunadamente no fue difícil su captura. No ofreció apenas resistencia y la devolvolución aproximadamente a su original punto de partida, no fue complicada. Allí acabó la aventura de este vivaracho alcaravancillo.

A medida que avanzaba la mañana, el viento frío, se hizo insoportable en el interior del hide. No vi ninguna ortega con el paso de las horas; ni siquiera se escucharon. El pequeño alcaraván, me alegró el día.



- Posiblemente este pollo corresponda a una segunda cría. Sus ojos, delatan una actividad nocturna y su críptico plumaje la adaptación a lugares abiertos con cobertura vegetal rasa. Es un limícolo de horizontes despejados aclimatado a la escasez de agua, aunque prefiere para sus baños el líquido elemento que la tierra. Gran variedad de insectos, y algún reptil y micromamífero componen su dieta.