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lunes, 5 de diciembre de 2022

Hervidero de cormoranes en el río Ebro



 
Ya se aprecian las primeras brumas deshilachadas sobre las aguas tranquilas del caudaloso Ebro. A contraluz, la imágen envuelve los sentidos ante la calidez del sol, iluminando el ascendente vaho del amplio río y su acristalado cauce.

Vienen los cormoranes Phalacrocorax carbo. En estas fechas, los grupos son más numerosos por la concentración invernal procedente de todo el área de cría atlántica. Cuando aparecen arrastran a las garzas, son las interesadas en mezclarse entre el oscuro bando. Saben que el ejercicio de la pesca puede ser más satisfactorio con estos certeros especialistas. 
El negro escuadrón se desploma como una estruendosa catarata sobre el agua. Sonoras zambullidas y chapoteos impactan dentro del paisaje de una mañana soleada, por fin, otoñal. 
Tantean al unísono el tráfico de peces para abordar los mejores bancos. Una estrategia que beneficiará a la comunidad de estos míticos pescadores de grandísima eficacia. Todos participan y, cada uno mira por sí mismo, como los grupos de niños ante la lluvia de caramelos lanzados por doquier en eventos especiales. Siempre salen más favorecidos los más rápidos y hábiles.

Parece hervir el Ebro con sus cuerpos serpenteando por las aguas superficiales en sus inmersiones, provocando también, enorme sonoridad en sus desplazamientos hacia otros puntos del río.

Los cormoranes son magníficos especialistas en la pesca. Su morfología es garantía de ello; patas palmeadas y alas fuertes, propulsoras, con cuerpo hidrodinámico y el plumaje absorbente que le proporciona un peso extra para bucear a mayor profundidad con menor esfuerzo. 

                       
Vídeo de garcetas grandes y garza real sumándose a la pesca facilitada por la actividad de los cormoranes.

Avanzadilla de cormoranes explorando el río.



Las garzas advierten la llegada de los cormoranes valorando la oportunidad que proporcionan estos grandes pescadores para capturas más sencillas.

Se suman las garcetas al bando de cormoranes.
 
Un ensordecedor ruido se expande por la ribera debido al batir de alas del bando de aves.

La cámara de fototrampeo, muestra una perspectiva del bando de cormoranes en plena acción. Las garcetas grandes esperan su turno y oportunidad. A pesar de la mala calidad, la muestra de la actividad es interesante.



                        

sábado, 4 de abril de 2020

Garceta grande: entre cormoranes



Garceta blanca posada en lo alto de un álamo blanco sobre las tranquilas aguas de un galacho (antiguo tramo de cauce del río Ebro) con un pequeño ejemplar de siluro.

Excavando como los zorros para sacar algo de provecho, me ha dado por fijarme en esta pequeña observación de la garceta grande Egretta alba en una orilla del Ebro meses atrás. 
Me cuesta centrarme en las entradas del blog, precisamente, por causa de este confinamiento que cumplo a rajatabla como todos vosotros. Es una situación tan inusual que me despista sobremanera a la hora de actuar con toda normalidad. No, no me resulta igual este tiempo libre que el natural de otros mas ajetreados. Pero, no mas excusas. Me centraré en lo vinculante desde nuestras casas referente a la pasión que tenemos por la naturaleza y su extensa forma de vida.



Se trata de una pequeña observación de campo desde una de las márgenes del caudaloso Ebro, sencilla y breve.
Comencé siguiendo el vuelo delicado y algo soberbio que tienen las garzas grandes. Ese vuelo con el que miran al resto del mundo por encima de las alas. Vuelo batido sin aparente esfuerzo, de elegancia indiscutible, patas rectas y disciplinadas como las piernas de gimnastas muy reconocidas. Así es la altanera estampa de la garceta grande. 
Un grupo de cormoranes nadaba agrupado y algo revolucionado, seguramente, sobre un banco de peces agrupado en un remanso profundo del río. El tramo estaba saturado de estos buceadores consagrados para esta modalidad de pesca; la de inmersión y persecución. Algo que no podré relataros por falta de medios. 
Seguía muy atento el avance del ardeido a ras del agua con su deslumbrante silueta cegando toda la ribera. El panorama, tranquilo al paso del ave, no hacía presagiar su singladura definitiva. Expectante, nervioso, deseando que no se alejara mucho de mi ubicación, siguió deslizándose río abajo hasta realizar un quiebro espectacular. Disfrutando solamente de la belleza de su vuelo, no intuí esa capacidad de viraje tan apresurado y espontáneo como el juego de la silla. La exposición de sus alas, relampagueando el reflejo cegador del blanco, me dejó perplejo durante su maniobra de aproximación al tronco medio sumergido de la orilla. 
Cuando comenzaba la segunda e intrigante secuencia después de posicionarse en el lugar, sin saber si aguardaría la marcha de los cormoranes o interactuaría con ellos en la pesca (esperando que fuera desde el tronco) llegó un pescador y, todo se fue al traste. Todas, corriente abajo, se llevaron la respuesta a mi desazón por causa del inoportuno pescador. 

En fin, quedó el momento congelado de las imágenes y la esperanza de otra ocasión para descubrir si existe cierta relación entre estos pescadores alados a la hora de participar en río revuelto. 

Es un pasatiempo reconfortante, verlas surcar en vuelo las aguas del río Ebro en busca de un calvero entre tamarices y álamos para aposentarse y pescar tranquilamente. 







Bando de cormorán grande Falacrocorax carbo y garceta grande Egretta alba ahuyentado por el pescador.

Me fui acostumbrando poco a poco desde la irrupción de esta inmaculada garza del tamaño de su pariente la real, a ver esa silueta blanca en los ribazos de las tablas de cultivo, tal como lo hacía y lo hace la garza real. 
Diría que, solamente, las diferencia el color.


Las garzas son elegantes todo el año pero, cuando se visten de gala nupcial, entonces rompen los cánones de la belleza mas exuberante.


Por muy pocos centímetros supera en tamaño la garza real Ardea cinerea a la garceta grande Egretta alba
En este caso, parece que entre ellas no existe conflicto territorial.



miércoles, 7 de agosto de 2019

Un cormorán en el lago de Termas Pallarés




El sábado pasado 3 de agosto, necesitaba un poco de relax y, nada mejor que mi lago favorito en Alhama de Aragón (Zaragoza). Un lago termal cuyas aguas emanan a una temperatura de 32 grados, manteniéndose a 28º y renovándose cada 32 horas. Aguas bicarbonatadas cálcicas, litínico-magnéticas, variedad nitrogenadas y arsenicales, radioactivas. Oligometálicas. 
Indicadas para reumatismo articular y muscular; pseudo-reumatismos; catarros bronquiales y faringo-laríngeos,; ciática y neuralgias diversas.
Casi nada...pero, sale uno como nuevo del líquido elemento. Es un buen lugar para recomendar, así que, ya sabéis ¡animaos! Edad ilimitada.


El joven cormorán dedicaba gran parte del tiempo al arreglo y mantenimiento de su plumaje. Siempre, rodeado de gente.



Cuando superaba la pasarela de acceso al recinto alfombrado de verde húmedo, veo la silueta inconfundible del cormorán Phalacrocorax carbo. Un cormorán joven acicalándose. Todavía no hay mucha gente en el lago, sin embargo, al pasar a su lado, el ave ni se inmuta. Él es de allí, o por lo menos, pasará unos días en las cálidas aguas bien surtidas de peces, esos peces encargados de mordisquear las pieles muertas de los bañistas que, le servirán de alimento. La última vez que estuve, el año pasado, reconozco haber visto una cantidad mayor de peces. El personal encargado me comentó que, desde la aparición del cormorán en el lugar, su número había descendido notablemente. 



El lago se va llenando de gente (no se satura) y lo miran, pensando que es un raro pato por lo dócil de su comportamiento.
Pregunto al encargado si tal vez el ave pueda estar herida, éste se acerca y el cormorán viendo su espacio de seguridad invadido se lanza al agua. No, no está herido y, nada y bucea con total normalidad. Buceo a su lado y apenas puedo ver como se aleja con sus palmeadas patas batiendo el agua a toda velocidad mientras una espesa nube de lodo revolviéndose a su paso niebla mi visión.
La naturaleza sigue envolviéndome con la morfología asombrosa de sus criaturas.

A la salida del agua, una camisa desechada de culebra de agua Natrix maura (piel vieja, renovada regularmente). No es rara la presencia de estos ofidios debido a la abundancia de peces de los que se alimenta en el lago.
Para los que tenéis aprensión a las culebras, éstas desaparecen del escenario cuando la gente está en el agua. Por lo tanto, no tendréis la ocasión de toparos con ellas.
De todos modos, dudo que tras la aparición del cormorán, siga existiendo el ofidio de la vieja camisa.
Lo dicho, un lugar especial lleno de naturaleza y relax. 


domingo, 24 de febrero de 2013

Marca España...



A ver cuando se plantea y se lleva a cabo también la utilización de banderas que señalen la pureza y calidad de nuestros ríos como se hace con las playas. Que se sepa donde van los fondos de protección del medio ambiente para que no se nos caiga la cara de vergüenza viendo estas estampas, más típicas de lo admisible.


Para un turismo de calidad… hay tanto que limpiar en este país.
Río Ebro a su paso por Zaragoza.

martes, 29 de enero de 2013

Un fragmento ribereño en la crecida del Ebro


 
El Ebro es el río más caudaloso de la península y ha superado estos días los 2200 metros cúbicos por segundo. En su momento álgido superó los siete metros de altura. Ante semejante avalancha de agua dinamizada por fuerza y velocidad, no ha hecho más que dificultar la actividad habitual de las aves que viven de sus aguas. En estos casos, estas riadas suponen un tremendo atractivo para mucha gente empeñada en fotografiar el hecho como recuerdo. A pesar del frío, la gente no faltó a la cita con el Ebro y su bravura esporádica. Aunque el día era gris, no me perdí el paseo para ver la gran crecida del río y la reacción de sus criaturas. Quería saber como se desenvolverían con tanta cantidad de agua, agua capaz de complicar la existencia de cualquiera de ellas a pesar de sus adaptaciones acuáticas. Como prácticamente toda la original ribera estaba anegada, las aves buscaron nuevos destinos y, esos destinos eran los buscadísimos remansos, donde nadar y bucear supone un esfuerzo menor. El martín pescador frecuenta lagunas freáticas del Ebro donde el agua conserva su claridad fuera de la corriente turbia que arrastra sedimentos, las cigüeñas, garzas reales y garcetas grandes además de gaviotas vadean aguas someras que cubren los campos de labor.
Como sospechaba, a los pies de La Basílica del Pilar bajo el alto muro de contención quedó un pequeño terreno de ribera de apenas diez metros cuadrados donde se hacinaban aparentemente sin problemas dos cormoranes (Phalacrocorax carbo), dos grajillas (Corvus monédula), dos pinzones (Fringilla coelebs), una gallineta (Gallinula chloropus), cuatro azulones (Anas platyrhynchos) y un zampullín chico (Tachybabtus ruficollis) que era la estrella de todas las personas curiosas asistentes.
El pequeño zampullín parecía algo cansado y apenas se adentraba en aguas rápidas, los cormoranes, menos incómodos ante las miradas de la gente, desde la orilla utilizada como posadero buceaban en el remanso aprovechando su calma para sorprender, tal vez, a los peces que pudieran reposar ocultos. A los que parecía faltarles terreno era a los ánades reales cuyos machos montaron una trifulca de cuidado, menudos son los azulones cuando no quieren compartir nada con sus semejantes.



Zampullín chico (Tachybabtus ruficollis) Plumaje invernal.

Cormorán grande (Phalacrocorax carbo) Joven.
Gallineta (Gallinula chloropus)




Pelea entre machos de ánade real (Anas Platyrhynchos)
Grajilla (Corvus monédula)
Pinzón vulgar (Fringilla coelebs)

jueves, 10 de enero de 2013

La picardía del cormorán


¿Cazar es más noble que pescar? no lo creo… además, estoy convencido de que ambas acciones requieren enorme capacidad y artesana habilidad. En cetrería, el halcón peregrino rasga el cielo abriéndose entre el espacio con elegancia absoluta; sin embargo, el cormorán, aparentemente más torpe y menos agraciado, lo hace con la misma elegancia que el peregrino pero bajo el agua, un elemento más denso y complicado. El halconero y el cormoranero explotan la destreza de ambas especies; al halcón se le lanza empujándolo con el puño de cuero para que escale el cielo y, al pobre cormorán soltándolo de la cabeza para que se hunda en el líquido elemento. El halcón peregrino utiliza la atracción gravitatoria para sorprender a gran velocidad a sus presas y golpearlas con destreza; cualquier error de cálculo pondría en peligro a la rapaz cazadora, causándole incluso la muerte. Sin embargo, el cormorán como el guepardo utiliza la velocidad pura, inducida por el esfuerzo físico de palmeados dedos para impulsarse y dar alcance a los peces de los que se alimenta; con las alas recogidas se estabiliza y maniobra.
La utilización del cormorán para el arte de la pesca se remonta a la dinastía de los Sung (años 1228 – 960 AC) en China y, en el siglo VI AC en Japón. En China de crían por especialistas tradicionales, mientras en Japón se capturan y son adiestradas convenientemente. En la base del cuello se les coloca una anilla para que no traguen los peces capturados si son grandes, así los mantiene en la membrana gular sin soltarlos, de este modo su cuidador puede tomarlos tras recoger al ave con una pértiga obligándole a subir a ella para acercarla a la embarcación. Por otro lado, la cetrería (caza con rapaces; preferentemente con halcón y azor), tiene unos orígenes también muy antiguos pero algo inciertos. Es posible que se descubriera en China, al existir muchas referencias sobre esta práctica cetrera antes de Cristo en diversos textos chinos. A Europa llegó en la Edad Media, más o menos desde el siglo VI hasta el XVI donde disfrutó de mayor auge y difusión.

 

Joven cormorán (Phalacrocorax carbo) inspecciona atentamente para comprobar su seguridad.

 
 
Desde la orilla inicia un rastreo subacuático con medio cuerpo fuera para sorprender peces en agua de poco calado.

Aunque parezca descabellado, cuando observé la estrategia del cormorán en las fotografías que adjunto, me acordé del halcón peregrino recortando en paralelo las repisas rocosas con vuelo batido donde se ponen a salvo las palomas bravías de su ataque aéreo. El halcón peregrino (Falco peregrinus) trata a toda costa de arrancarlas del roquedo para aprovechar la supremacía de su vuelo, por supuesto, con trabajadas capturas, puesto que las palomas bravas son voladoras excelentes. Como decía, un joven cormorán se posó delante de mi escondite preparado para la fotografía de ardeidos. Pensé que, seguidamente, desplegaría las alas para secarlas, función exigida al finalizar la pesca por la capacidad de éstas de empaparse y ganar peso facilitando la inmersión y evitando flotabilidad en el buceo. Giró su cabeza de derecha a izquierda y, acto seguido, se lanzó en plancha quedando su zona dorsal expuesta mientras recortaba la orilla con la misma intención que el peregrino lo hizo en el farallón, prospectando la masa somera de agua frente a mí en busca de esos peces que se arriesgan en busca de insectos y despojos mecidos en los remansos. Muchas, muchas veces he visto, sobre todo, carpas y barbos apurando con su boca entre los cantos rodados del río Ebro el alimento que apartan las ondas del agua, además, apoyados por uno de sus costados con medio cuerpo fuera. Nunca hubiera sospechado la picardía de este joven cormorán.

 

 
 
 
Pareja de cormoranes con sus respectivas capturas. Han de emerger e ingerir a toda prisa el pez, colocándolo a favor de escama y engullirlo antes de que aparezcan otros congéneres parasitadores; también, han de prever la aparición de alguna gaviota patiamarilla en vuelo, muy efectivas para arrebatar las presas ajenas.