Rata de agua (Arvicola sapidus)
Esta zona umbría del valle de Calmarza, domina el espacio
cerrado del encajonado cañón que encauza, al todavía, cristalino río Mesa. Es
un tramo interesante donde anida el picapinos, la oropéndola y otros tantos
pajarillos habituales de los sotos. Donde el mirlo acuático se zambulle y posa
sobre las piedras salteadas entre la corriente; la lavandera cascadeña deambula
por el tierno limo en busca de insectos; el cárabo aguarda sobre el viejo nogal
y la rata de agua corretea por sus desapercibidas galerías cruzando segura, una
y otra vez, el cauce del río.
La sequía se ha cebado en unas regiones más que
en otras y, en este caso, el caudal del río Mesa la padece. A pesar de todo, el mirlo acuático
da fe de la aceptable calidad del agua, ya que su alimentación consta principalmente
de invertebrados característicos de aguas oxigenadas.
Después del encuentro con la corza, dirigiéndome a casa tuve
otro fugaz con una rata de agua. Hacía años que no veía ninguna, tal vez por no
haber prestado atención a los lugares adecuados ni haberme fijado lo suficiente
o, dada su actual situación, por ser cada día mas escasa. Dos horas tuve que
aguardar pacientemente la reaparición de este arvicolino, pero, mereció la
pena. Observar a este mamífero anfibio, nadador excelente, es un atractivo
pasatiempo para el observador.
Me contaban mis mayores que, las ratas de agua, eran apreciadas
por su carne y se capturaban para comer; topos de agua las llamaban. Recuerdo
que les preparaban una trampa artesanal que consistía en tres palos colocados hábilmente con un equilibrio muy inestable para que, una vez mordida la manzana pinchada
en el extremo interior, se desmontaran con un leve tirón dejando caer una
enorme losa pétrea apoyada entre éstos y el suelo. Al caer, la laja aplastaba
al roedor.
El abandono de las tierras de labor en los entornos rurales
no ha debido favorecer a la rata de agua. Parte de su alimentación consistía en
los frutos caídos de los árboles y los tubérculos de algunas hortalizas.
Curiosamente, apunta Bang Dahlstrom en su guía de rastros y señales y, como
consuelo del agricultor que, cuando una rata de agua comienza a devorar un nabo,
hasta que no lo termina, no empieza otro. Creo que es un gran detalle por su
parte. Pero, por lo visto para los hortelanos del Mesa, dicha acción no les
eximía de las mencionadas trampas.
Mirlo acuático (Cinclus cinclus)
Lavandera cascadeña (Motacilla cinerea)