viernes, 25 de mayo de 2012

Rata de agua (Arvicola sapidus)


                      Rata de agua (Arvicola sapidus)

Esta zona umbría del valle de Calmarza, domina el espacio cerrado del encajonado cañón que encauza, al todavía, cristalino río Mesa. Es un tramo interesante donde anida el picapinos, la oropéndola y otros tantos pajarillos habituales de los sotos. Donde el mirlo acuático se zambulle y posa sobre las piedras salteadas entre la corriente; la lavandera cascadeña deambula por el tierno limo en busca de insectos; el cárabo aguarda sobre el viejo nogal y la rata de agua corretea por sus desapercibidas galerías cruzando segura, una y otra vez, el cauce del río. 
La sequía se ha cebado en unas regiones más que en otras y, en este caso, el caudal del río Mesa la padece. A pesar de todo, el mirlo acuático da fe de la aceptable calidad del agua, ya que su alimentación consta principalmente de invertebrados característicos de aguas oxigenadas. 



Después del encuentro con la corza, dirigiéndome a casa tuve otro fugaz con una rata de agua. Hacía años que no veía ninguna, tal vez por no haber prestado atención a los lugares adecuados ni haberme fijado lo suficiente o, dada su actual situación, por ser cada día mas escasa. Dos horas tuve que aguardar pacientemente la reaparición de este arvicolino, pero, mereció la pena. Observar a este mamífero anfibio, nadador excelente, es un atractivo pasatiempo para el observador. 


Me contaban mis mayores que, las ratas de agua, eran apreciadas por su carne y se capturaban para comer; topos de agua las llamaban. Recuerdo que les preparaban una trampa artesanal que consistía en tres palos colocados hábilmente con un equilibrio muy inestable para que, una vez mordida la manzana pinchada en el extremo interior, se desmontaran con un leve tirón dejando caer una enorme losa pétrea apoyada entre éstos y el suelo. Al caer, la laja aplastaba al roedor. 


El abandono de las tierras de labor en los entornos rurales no ha debido favorecer a la rata de agua. Parte de su alimentación consistía en los frutos caídos de los árboles y los tubérculos de algunas hortalizas. Curiosamente, apunta Bang Dahlstrom en su guía de rastros y señales y, como consuelo del agricultor que, cuando una rata de agua comienza a devorar un nabo, hasta que no lo termina, no empieza otro. Creo que es un gran detalle por su parte. Pero, por lo visto para los hortelanos del Mesa, dicha acción no les eximía de las mencionadas trampas.

                            

                              Mirlo acuático (Cinclus cinclus)

                            
                      Lavandera cascadeña (Motacilla cinerea)


domingo, 20 de mayo de 2012

Con una corza en el mismo sendero.



 
El mirlo burlón del río Mesa.
 
Mientras el mirlo acuático (Cinclus cinclus) llevaba toda la mañana dándome esquinazo a lo largo de un oscuro y cerrado tramo calizo del río Mesa, la desesperación mellaba poco a poco mi paciencia. Conocía sus lugares preferidos pero, no coincidía con él en el azud natural escogido para aguardarlo con la cámara.

Al buscar otros parámetros mas apropiados para la cámara de fotos, una corza (Capreolus capreolus) se acercaba sigilosa pero decidida por este encajonado cañón que apenas dejaba entrar una cantidad de luz  adecuada para fotografiar. Mi inmovilidad absoluta no le llamó la atención hasta que detectó mi forma humana, supongo. En aquel momento, el viento estaba a mi favor…

 
 Trotando con elegancia viene hacia mí, sonriente, la bella corza…

 
 Me descubre…se da cuenta de lo que soy, un humano más tieso que un tronco.

 
No me muevo ni un milímetro pero, a pesar de todo, no le gusta lo que ve y recela.

 
En este momento algo de inquietud me provocó. Estaba claro que el cérvido tenía intención de seguir su camino en mi dirección.

 
Tranquilamente da la vuelta…

 
Creo que trata de despistarme…

 
Se siente descubierta y se va lentamente…

 
…pero, no da la situación por perdida y cavila…

 
Lo sospechaba…otra intentona de pasar, y yo, sigo en el mismo lugar sin moverme.

 

Esta carita tan dulce, supongo, es a la que se refería el genial etólogo Konrad Lorenz en su libro “Hablaba con las bestias, los peces, y lo pájaros” cuando, del macho de corzo, recalca su encubierta agresividad. Lo define como uno de los asesinos más repugnantes, sedientos de sangre y privados de freno. Añade que Hornaday, director de un parque zoológico americano en sus estadísticas recopiladas, afirma que los corzos “mansos” causan mas accidentes cada año a los visitantes que los leones y los tigres. El macho de corzo cuando se dispone a  atacar no lo hace en carrera, sino lentamente, con precaución y, apunta Lorenz que, sólo cuando nota una resistencia firme, embiste con fuerza. En un recinto cerrado donde sus congéneres no pueden huir, es capaz de perforar el vientre no sólo a otros machos, sino a hembras y crías de su especie. Lógicamente, en libertad, el contendiente vencido tiene todo el monte para escapar de la inmisericordia del vencedor, como establece la ley de la naturaleza, no así en un lugar artificial excesivamente limitado donde terminaría ensartado.

 

Pero no es mi intención estropear con la crudeza del comentario un extraordinario encuentro con esta hembra preciosa de corzo, todo lo contrario, pretendo con ello, prevenir a los paseantes de la naturaleza para que caminen siempre con la debida precaución ante los animales con los que se crucen, dadas sus intenciones impredecibles. Debemos estar muy atentos a sus posibles reacciones; animales heridos, hembras con crías o, quién sabe…, comportamientos imposibles pueden presentarse ante nuestra sorpresa. Tengámoslo siempre en cuenta.

La corza de la fotografía, bellísima sin lugar a dudas, pertenece a una especie poseedora de una capacidad física increíble; he visto ejemplares, no sólo ascender velozmente cuesta arriba entre arbolado denso, sino además, trepar por zonas rocosas con la agilidad de una cabra montés o, cruzar el caudaloso río Ebro con una fortaleza y habilidad asombrosas.

Era esa una razón para permanecer inmóvil, para que el animal asustado no sufriera mi presión, tan sólo la duda de avanzar, sobrepasarme o retroceder. Me inquietaron algunas posturas intimidatorias del cérvido y, a pesar de su pequeño tamaño, si le diera por embestir, utilizaría sus extremidades delanteras  acuchillando con sus pezuñas; algunos ciervos acorralados lo hacen…
De comportamientos increíbles, os iré contando. 

 
Por fortuna, a la corza no se le cruzaron los cables. Se fue por donde quiso.

El pelaje invernal, grisáceo, se desprende en estas fechas dando paso a otro estival más corto y de tono pardo rojizo. Esa es la causa de ver a la corza algo desaliñada.


jueves, 10 de mayo de 2012

Molineros: gorriones camperos.




El sábado pasado aguardé en la zona de estacionamiento frente al cordón de acero que impide, afortunadamente, la entrada con vehículo al espacio natural del Galacho de La Cartuja en Zaragoza. Galacho es una palabra aragonesa con la que se define el cauce muerto de un río que todavía permanece anegado; característico del río Ebro. Entretenido con el montaje y ordenación de la mochila en el interior del coche, me vi sorprendido por la actividad fenológica del gorrión molinero (Passer montanus). Era una mañana frenética por parte de estos paseriformes, acalorados en torno a los escasos huecos donde poder anidar; y, que mañana mas espléndida para dejarlo todo y dedicársela a ellos. 


Es algo menor que su pariente el gorrión común (Passer domesticus) y a diferencia de éste, su dimorfismo sexual es inapreciable. Me gusta como destacan esas máculas negras sobre fondo blanco y sus pardos ojos indiscretos ocultos por ese minúsculo antifaz negro; detalles específicos de este gorrión colonial. 

 
En las fotos superiores, un macho se exhibe ante una hembra ofreciéndole simultáneamente un lugar para nidificar. Hay otro ejemplar que interrumpe interesándose por la oquedad, necesaria para seguir los mismos pasos que su oponente.

Los huecos en los taludes, ya sean de origen natural o excavado por el abejaruco o el avión zapador, son ocupados por este gorrión; tampoco desdeña las oquedades en edificios del extrarradio, peñas, cajas anidaderas o cavidades en árboles. El gorrión común, más fuerte, regenta las zonas mas humanizadas en detrimento del molinero.

 
 
El macho protagonista, el que se lo curra de verdad, logra ahuyentar al rival oportunista sin dejar de observar a la hembra, interesada por su ofrecimiento; un hogar muy acogedor que ella estudia detenidamente.

Su carácter sociable les hace criar en comunidad, aunque guardando las distancias exigidas entre nidos. Cuando termine el ciclo reproductor, de nuevo, jóvenes y adultos formarán nutridos y cohesionados bandos. Se considera un ave sedentaria en gran parte de su zona ibérica pero, en primavera y otoño emprenden movimientos de cierta importancia alcanzando lugares poco habituales. En sus desplazamientos de hasta 334 Km., los hay mas atrevidos, según algunos anilladores con datos de aves recuperadas, lo hacen a mayores distancias; como uno de ellos anillado en Bélgica y recuperado en Madrid y, un joven anillado en Rusia que, tres años después, fue recuperado en Portugal. 

La hembra parece satisfecha pero...

Se alimenta de insectos, semillas de gramíneas, cardos y otras plantas silvestres, y no tanto de cereales como el gorrión común. El nombre de molinero le viene precisamente por su visita a los antiguos molinos, tal vez lo hiciera para alimentarse de cereal triturado mas apropiado para su pequeño pico. 

Se va...
Bueno, se va, pero vuelve para completar el acuerdo.
 
Y, eso es todo. Me puedo pegar tranquilamente toda una mañana mirando con entusiasmo las evoluciones de pájaros tan sencillos como los gorriones molineros y, otro día, puedo hacerlo con otras especies si me lo permiten. Nunca tengo prisa para observar si la ocasión se presta.

sábado, 5 de mayo de 2012

Anu branco y anu preto: cucos sociables.


    
 











 



El primer encuentro con el anu branco (Guira guira), continuando por tierras
brasileñas, me recordó al picamaderos antropomorfo creado por Walter Lantz y 
diseñado originalmente por el dibujante Ben Hardaway; me refiero al Pájaro Loco. Digo esto, por la mezcla de extravagancia y locura desplegada por estas aves mientras tuve ocasión de verlas corretear. Escandalosas y vocingleras, de ojos saltones, y adornada su cabeza con una llamativa cresta eréctil que denotaba su estado de ánimo. No entendía la imparable y extraña necesidad que manifestaban persiguiéndose entre gritos a medida que acababa el día.  Me resultaron sobre todo, bastante graciosas y simpáticas; en definitiva, la alegría de cualquier espacio animado.

 
 
 

Recuerda ligeramente la cabeza y dorso de este ave a la del arcaico hoazín (Opisthocomus hoazin), y su aspecto general al críalo (Clamator glandarius).
Mide cerca de 38 cm. y es conocido como como rabo de palha, alma de gato, pelincho, pirincho y piririgua. Ambos sexos son iguales en el plumaje. Los que lo conocen bien dicen que les gusta mucho ponerse de espaldas al sol durante largo rato. Son aves extremadamente sociables, y cuando están en el suelo, al menor atisbo de peligro emiten la voz de alarma poniéndose inmediatamente a salvo. Los bandos oscilan entre 5 y 20 ejemplares aproximadamente. 

 

Su hábitat preferido alterna zonas de arbolado con pastizales, terrenos de cultivo y zonas habitadas. Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay son sus territorios de distribución.
Se alimenta sobre todo de insectos, aunque también incluye en su dieta ranas, ofidios, huevos, pollos de otras aves y micromamíferos.
Pertenece a la familia Cuculidae, durante su ciclo reproductor y a diferencia de nuestros cucos, éstos depositan los huevos en un mismo nido, pudiendo albergar hasta 30 unidades. Como es natural, muchos se rompen y sólo llegan a eclosionar entre 6 y 7 de ellos. Los pollos son alimentados por la comunidad de aves, y en la fuerte competencia por el alimento, pocos sobreviven. 


En las noches, sobre todo si son frías, acostumbran a dormir agrupados en hileras considerables. Los últimos que van agregándose al grupo buscan sitio entre los demás, incluso, caminando por su dorso para hacerse con un cómodo y abrigado lugar que no siempre consiguen. El resultado final es el de una apretada hilera que resulta bastante curiosa e incluso graciosa para la mirada humana. Sin embargo, lo peor de todo acontece en los días más crudos del invierno, donde muchos suelen perecer de frío.

   

 
 
 

Acompañado de la entrañable persona que me indicó este lugar, le comentaba lleno de asombro y admiración mientras miraba los cucos persiguiéndose... -¡Están locos, estos pájaros están locos!... Pero me fascinan enormemente-.


En las fotografías posteriores aparece otra especie de la familia cuculidae; es el anu preto (Crotophaga aní) de color negro uniforme, prácticamente, de biología similar.



No os perdais estas fotos tan curiosas y reveladoras de ambas especies. 
Fotos: WikiAves 
(Clicar para ver fotos).







martes, 1 de mayo de 2012

Otra oportunidad para una gineta trampeada.




Me vais a permitir hacer un pequeño inciso entre la fauna brasileña para incorporar un encuentro reciente con este animal tan especial. Seguramente para mi amigo Carlos, el paréntesis sea de agradecer, pues ya me reprochó la insistencia sobre las continuas entradas de la fauna del país suramericano. 

 
















Hace unos días, recibí una llamada comunicándome la captura de una gineta (Genetta genetta). La intención de su receptor tras hacerse cargo de ella, era de liberarla lejos del lugar de origen como efecto disuasorio ¿Por qué?...pues sencillamente, porque había matado unas cuantas gallinas en un cercado apartado del pueblo donde el dueño las guardaba, por lo visto, en un espacio bastante abordable para este implacable vivérrido.

La gineta, cuando llegué, permanecía depositada en el interior de un terrario, cómoda y a buen recaudo por su incondicional cuidador. Las gracias típicas de asombro por una criatura audaz de este tipo no se hicieron esperar… ¿Has acariciado su suave lomo? No, pero prueba tú si quieres…Las bromas, reflejaban nuestra desmesurada admiración, animadas por el compendio de cualidades de éste portentoso y despiadado cazador. En efecto, ganas de acariciarla no nos faltaban a ninguno de los dos, pero, la velocidad relámpago del carnívoro apenas nos daría tiempo para otra cosa que no fuera la de sentir su dentición arcaica, aunque no por ello, menos efectiva, capaz de taladrar nuestra carne de un certero mordisco.


Es una pena y, me duele, cada vez que alguien pierde alguno de sus animales de granja habiendo invertido parte de su tiempo y dinero. Los carnívoros apenas tienen, cada día que pasa, presas que consumir y, la facilidad para asaltar despensas humanas, hacen de ellas un bocado tentador para los predadores oportunistas de lo asequible. Y, como exponía Félix Rodríguez de La Fuente en el capítulo del lobo; “y el hombre, defiende su carne”…Es la lucha eterna del hombre por salvaguardar sus intereses contra otros competidores; el problema es, que todos sus intereses ocupan la totalidad del planeta.

Esta gineta concretamente, por razones que debo omitir, salvó su vida, pero también debo decir que muchas otras son liquidadas al caer en trampas ideadas para tal efecto. Al trampeo, le sigue la muerte de su incauta víctima en la totalidad de las provincias españolas que, todavía, hacen uso de ésta despreciable modalidad de alimañeros.

En el momento de liberarla, ninguno de los dos optamos por utilizar la cámara, teníamos el convencimiento de quedarnos sin ninguna de las dos posibilidades si apostábamos por la fotografía. A veces, la observación directa, sí asegura un momento irrepetible con total garantía pero, concentrarse con la máquina y sus parámetros de control no garantizan una buena foto y, lo peor, puede dar al traste con una gran secuencia vista.

 
















Cuando el transportador estaba en el lugar adecuado, lo orientamos hacia un espacio abierto próximo al río, aprovechando la cobertura protectora del soto. Se abrió la ajustada rejilla y dudó la gineta apenas décimas de segundo, seguidamente, se impulsó sobre la tierra con sus retráctiles garras para salir literalmente volando. Brincó primero la abundante maraña arbustiva del cauce del río, lo cruzó a nado veloz y hábilmente fruto de su fortaleza física, abandonando el agua con agilidad por unas ramas secas colgantes de zarza sujetas a un talud vertical hasta desaparecer finalmente entre la espesura del arbolado.
Una vez terminó todo, nos miramos atónitos, sabiendo de lo que este animal era capaz físicamente pero, sin imaginar cómo.

 

El origen incierto con el que se especula la procedencia de la gineta, tiene tres vertientes; dos de ellas por colaboración humana: pudo ser introducida por los fenicios, comerciantes especializados y grandes conocedores del Mediterráneo; y por los musulmanes, cuando invadieron nuestro país en el siglo VIII pudieron utilizarlas como bellas cazadoras en sus palacios. Sea como fuere, queda la otra opción interpretada como la más lógica: la existencia en el mioceno de una conexión entre África y la Península Ibérica que permitiría el acceso a la gineta; sin embargo, no se han encontrado evidencias fósiles que lo confirmen. Ojala fuera ésta última la hipótesis real, puesto que, de momento, sólo tendrían la presión de los alimañeros de los cotos de caza; de lo contrario, se añadiría también la del comando exterminador de especies invasoras. 

 
















Suerte gineta.