miércoles, 14 de abril de 2010

DESFILADERO DE CALMARZA



La luz de la luna se funde lentamente con la alborada, iluminando poco a poco, un nuevo y esperanzador día. Entre los altivos farallones calizos, se van adivinando las oquedades, anfractuosidades, y afiladas aristas rocosas talladas por el eficiente paso del tiempo. Al comienzo del día, las aves se preparan ordenadamente para afrontar las novedades que puedan acaecer durante la rutina cotidiana. El día se compone de veinticuatro horas, sin embargo, son veinticuatro horas llenas de emociones y marcadas sensaciones, transmitidas, por un paisaje capaz de compartir sus criaturas y el espacio, también con tu mirada.



Cuando el sol da de lleno en el frente rocoso…



los alimoches desde su dormidero disfrutan sin moverse, de su ligero calor.





Donde había oscuridad, ahora hay luz y calor. Los buitres lo saben, y se reúnen en este punto desde generaciones.


Los más rezagados y perezosos, ocupan los lugares más expuestos al viento.



Cuando el sol permite la creación de corrientes térmicas, los buitres, grandes planeadores y conocedores de este medio favorecedor de sus desplazamientos, aprovechan para partir prospectando sus zonas de campeo.


La silueta del buitre leonado puede resultar monótona por su abundancia, pero para mí su vuelo, es francamente deslumbrante y recreador.



El narciso amarillo (Narcissus assoanus) abunda sobre todo, en las repisas inaccesibles de los roquedos formando nutridos mantos amarillos. Éste, solitario y aislado, llamó mi atención gracias a su situación de abandono.



El macho de carbonero común (Parus major), madrugador, anda en busca de alimento entre las ramas, el suelo del soto, y tablas de cultivo.


Hembra de carbonero común.


El macho de pinzón común (Fringilla coelebs), manifiesta su estado prenupcial cantando desde las ramas altas.



Al atardecer, el cortado que desaloja al sol por la mañana, recibe al final del día sus últimos rayos. Mañana, será otro día con sensaciones incombustibles.


sábado, 10 de abril de 2010

La cultura de los imbéciles


Así tratamos, o vemos en España, nuestra cultura. Es hora de limpiar nuestra mala imagen.


-A un lado, la maltratada literatura; esa sensación personal y emocionante de uno, de varios, e incluso de millones de lectores al compartir el mismo contenido, la misma ilusión, y la misma senda de vivencias con autores y protagonistas de un verdadero arte: la escritura con su encuadernación. Una cultura para heredar cómo tradición perpetua.

-Al otro; el impostor. La miseria, la barbarie y la ignorancia por imposición.


miércoles, 7 de abril de 2010

Bajo el mismo tejado


La tórtola turca (Streptopelia decaocto), observa ajena la maratón de gorriones y estorninos para hacerse con una vivienda. Ella, es menos exigente y ya incuba en algunos lugares.


En los tejados, impera la locura. Todas estas aves de medio urbano, se afanan en la búsqueda de oquedades para nidificar.

Hace quince días que se hicieron las fotos, y lo único que ha cambiado, son las prisas para encontrar el espacio idóneo donde sacar adelante a sus futuros pollos. El cielo, todavía se empeña en mostrar su habitual tono grisáceo.



Estornino negro (Sturnus unicolor), emitiendo su habitual silbido. Este gran plagiador, puede imitar con destacado parecido el canto de la oropéndola, el torcecuello, el carbonero común y la grajilla, entre otros.


La mayor corpulencia de los estorninos sobre los gorriones, les convierte en privilegiados inquilinos de los huecos más adecuados.


Hembra de gorrión (Passer domesticus), a la entrada de su futuro nido.




Macho de gorrión interesándose por este atractivo y espacioso bajo-teja.


Reunión de gorriones. El plumaje nupcial de los machos, aún no está completo.

viernes, 26 de marzo de 2010

La mañana del mochuelo

 
Con los primeros rayos del sol asoma precavido el mochuelo, asentándose poco a poco en su espaciosa repisa. Con la pata recogida para no perder calor, vigila sereno y acomodado. 

Las noches del mochuelo (Athene noctua) son siempre muy ajetreadas, sobre todo, en primavera. La pequeña rapaz nocturna mediterránea, ya tiene la reserva de su lugar de cría. Aquí, en abril o mayo, cuando comience la reproducción y se haya establecido la pareja, traerán al mundo a su descendencia.

Esta breve cronología fotográfica, revela la cotidianeidad del mochuelo poco después de salir el sol. Es un aspecto importante en su metabolismo la absorción de la luz solar, no sólo para conseguir ese ajuste térmico corporal, sino además, para activar y fijar el calcio y la vitamina D a los huesos.

Ahora es importante el reposo, y más, tras una noche activa en la caza de insectos y pequeños micromamíferos de los que se alimenta.

Su carácter permisivo, me ha dado la oportunidad de fotografiarlo en su ambiente y conducta natural.


Mientras los transeúntes a su paso bajo la terrera no hagan ningún movimiento extraño, o inapropiado, el pequeño búho les acompañará con la mirada, sin la necesidad de retirarse al interior del hueco.


Esto son palabras mayores. Si el riesgo viene por lo alto, volando; ya sean urracas, cernícalos, milanos o grajillas, entonces lo mejor es ponerse a cubierto.


Para el etólogo Vitus Dröscher; el ligero dormitar es para muchos animales un substituto, eminente y de importancia vital, de las horas de sueño perdidas.

martes, 23 de marzo de 2010

Amarillo chillón



Desde finales de enero, se ve a los machos de verdecillo (Serinus serinus) copando todas las ramas altas de los árboles de sotos y parques. Su catarata de voz, su canto chirriante y monótono, inunda con estridencia todo el espacio, y con ellos, la primavera parece adelantarse. Las hembras, les escuchan atentamente desde las ramas más bajas. Los futuros pretendientes tienen una labor muy dura para destacar como tenores y, ofrendar un óptimo territorio.







En cambio; el monte de carrasca, romeros, sabinas y aliagas, está sembrado de narcisos amarillos (Narcissus assoanus) muy amarillos, pero silenciosos y coquetos; cabizbajos pero resplandecientes y, agradablemente perfumados.

Estas llamativas florecillas sobre tallos que no superan los 25 centímetros, han florecido ya desde febrero, y su floración dura hasta el mes de mayo. Allí donde da el sol, gracias a la escasez de otras plantas que puedan arrebatárselo, crece solitariamente y también agrupado este deslumbrante narciso amarillo.






jueves, 18 de marzo de 2010

Una chova muy especial

Primavera de 1997


Un córvido, es lo más parecido a un perro pero cubierto de plumas. Así me lo ha parecido siempre que he tenido la fortuna de convivir con algún ejemplar criado en cautividad.




Todo comenzó bajo el imponente farallón calizo de “Peña Palomera”, cerca de Jaraba (Zaragoza). Un mal nacido, había tiroteado a palomas, grajillas, y cómo no, a los padres de una pequeña chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax). Todas las aves, aparecían esparcidas víctimas del escopetero irracional. Solamente había sobrevivido un ejemplar, que unas personas recogieron asustado. Les comenté mi intención de llevarla al centro de recuperación, si ellos, no tenían inconveniente. Y no lo tuvieron.

Al final, ni la recogió el encargado del centro a causa del trabajo pendiente, ni yo se la acerqué. Ambos, por falta de tiempo.




Son aves sociables las chovas, y se afianzan pronto a sus cuidadores, por lo que alimentarla no fue difícil.

Pasó los días de cuidado y atención en el interior de una galería acristalada y espaciosa, donde escasamente daba el sol, pero, le permitía ejercitar la musculación alar con pequeños vuelos. Sacándola varios días a la semana, disfrutaba en su ambiente rupícola, aprovechándose además, del necesario baño solar. Mediante extrañas posturas, ofrecía al sol cada parte de su cuerpo, entregándose a un profundo éxtasis de placer. Meterla en la caja de vuelta a casa, era una operación algo complicada, que resolvía con pequeñas argucias. No era fácil.

Durante una de las últimas salidas, la Chova, lucía un plumaje negro brillante, irisado y completo, además de un vuelo firme, aunque inexperto. Aquel día, saltó enérgicamente de mi hombro ante la presencia de una rapaz que, afortunadamente, resultó ser un halcón abejero. Reconozco que lo pasé mal, pues el córvido realizó la maniobra más indebida.




Era este lugar en principio, el elegido para liberar más adelante a la joven chova piquirroja, pero tan sólo, habitaban la cortadura tres parejas de la misma especie con sus jóvenes volantones. Uno de ellos, de su edad, había sido devorado por el búho real, a juzgar por el montón de plumas hallado. El lugar, lo descarté de inmediato.



Joven de búho real (Bubo bubo)

El último día la Chova lo pasó en soledad. Ya era capaz de deambular con seguridad libremente por los cortados de su nuevo hogar. Había descubierto un espléndido bando de jóvenes chovas piquirrojas acompañadas por adultos que me hostigaban, como es natural, al verme en su compañía. Trataba de lanzarla contra ellas, buscando el efecto explicado por Konrad Lorenz con sus grajillas en cautividad, cada vez que éstas, se perdían atraídas por las alas de los bandos de cornejas a las que seguían casi obsesivamente. Pero no daba resultado, la Chova volvía a mi hombro, o a mi cabeza.




Incluso, un día entero en libertad del córvido, no fue suficiente para romper ese lazo de impregnación conmigo, y al marcharme estando ella a más de 300 metros, pensé que se quedaría allí, sin embargo, potentes graznidos delataron su intención bajando hasta mi hombro a la velocidad del rayo. Ese día fue el definitivo, y sabía cómo hacerlo. Esperé a la penumbra, y deposité a mi preciada Chova en lo alto de una covacha segura y resguardada, quedándose inmóvil como estaba previsto.




Al siguiente día, lunes, volví después de trabajar, era las ocho y media de la tarde. Le traje algo de comida, la llamé, y enseguida apareció. La adaptación al lugar, se iba completando correctamente.

El martes, no tuve noticia del negro córvido; lo busqué y lo llamé desesperadamente sin querer encontrar nada más que su voz de respuesta. Volví a casa con enorme pesar y cavilación. Me consolaba, no haber hallado restos de plumas.




De nuevo regresé sobre el páramo pedregoso del roquedo calizo. La fui llamando al mismo tiempo que la buscaba inquieto, cada vez más nervioso, puesto que sumaba el segundo día desaparecida. El sol declinaba poco a poco, y la luz se iba consumiendo como las esperanzas de encontrarla. Era tarde, y escuché aproximarse al grupo de chovas concentradas para pasar la noche. Al sobrevolarme, volví a llamarla con fuerza desatada, y el bando fue superándome a la vez que se alejaba. A punto de derrumbarme, una de las chovas se descolgó de la bandada posándose en lo alto de un bloque de roca; en principio, pura casualidad, pero…, al mostrarle la comida y llamarla simultáneamente, agitó las alas exactamente igual que lo hizo al ser alimentada durante la cría. Respiré aliviado, y más, cuando después de permanecer escasos segundos mirándome, emprendió de nuevo el vuelo reincorporándose a su nueva familia.
Probablemente, y según Konrad Lorenz, la joven Chova había sido aleccionada por los adultos de la comunidad. Esa breve duda en el córvido, lo demostraba claramente: se había roto nuestro vínculo familiar definitivamente. Ya, era libre.


martes, 16 de marzo de 2010

14-3-1980. Punto y seguido.

Quedó el mensaje.


"Tuve la suerte de vivir una escuela eterna: la naturaleza" Félix Rodríguez de la Fuente 
Era tal, la angustia de la noticia de su muerte, que compré todas las revistas tratando de dar con alguna que la desmintiera. Todas, me decían lo mismo...








 

Hasta siempre, Félix, Teodoro y Alberto.