martes, 1 de mayo de 2012

Otra oportunidad para una gineta trampeada.




Me vais a permitir hacer un pequeño inciso entre la fauna brasileña para incorporar un encuentro reciente con este animal tan especial. Seguramente para mi amigo Carlos, el paréntesis sea de agradecer, pues ya me reprochó la insistencia sobre las continuas entradas de la fauna del país suramericano. 

 
















Hace unos días, recibí una llamada comunicándome la captura de una gineta (Genetta genetta). La intención de su receptor tras hacerse cargo de ella, era de liberarla lejos del lugar de origen como efecto disuasorio ¿Por qué?...pues sencillamente, porque había matado unas cuantas gallinas en un cercado apartado del pueblo donde el dueño las guardaba, por lo visto, en un espacio bastante abordable para este implacable vivérrido.

La gineta, cuando llegué, permanecía depositada en el interior de un terrario, cómoda y a buen recaudo por su incondicional cuidador. Las gracias típicas de asombro por una criatura audaz de este tipo no se hicieron esperar… ¿Has acariciado su suave lomo? No, pero prueba tú si quieres…Las bromas, reflejaban nuestra desmesurada admiración, animadas por el compendio de cualidades de éste portentoso y despiadado cazador. En efecto, ganas de acariciarla no nos faltaban a ninguno de los dos, pero, la velocidad relámpago del carnívoro apenas nos daría tiempo para otra cosa que no fuera la de sentir su dentición arcaica, aunque no por ello, menos efectiva, capaz de taladrar nuestra carne de un certero mordisco.


Es una pena y, me duele, cada vez que alguien pierde alguno de sus animales de granja habiendo invertido parte de su tiempo y dinero. Los carnívoros apenas tienen, cada día que pasa, presas que consumir y, la facilidad para asaltar despensas humanas, hacen de ellas un bocado tentador para los predadores oportunistas de lo asequible. Y, como exponía Félix Rodríguez de La Fuente en el capítulo del lobo; “y el hombre, defiende su carne”…Es la lucha eterna del hombre por salvaguardar sus intereses contra otros competidores; el problema es, que todos sus intereses ocupan la totalidad del planeta.

Esta gineta concretamente, por razones que debo omitir, salvó su vida, pero también debo decir que muchas otras son liquidadas al caer en trampas ideadas para tal efecto. Al trampeo, le sigue la muerte de su incauta víctima en la totalidad de las provincias españolas que, todavía, hacen uso de ésta despreciable modalidad de alimañeros.

En el momento de liberarla, ninguno de los dos optamos por utilizar la cámara, teníamos el convencimiento de quedarnos sin ninguna de las dos posibilidades si apostábamos por la fotografía. A veces, la observación directa, sí asegura un momento irrepetible con total garantía pero, concentrarse con la máquina y sus parámetros de control no garantizan una buena foto y, lo peor, puede dar al traste con una gran secuencia vista.

 
















Cuando el transportador estaba en el lugar adecuado, lo orientamos hacia un espacio abierto próximo al río, aprovechando la cobertura protectora del soto. Se abrió la ajustada rejilla y dudó la gineta apenas décimas de segundo, seguidamente, se impulsó sobre la tierra con sus retráctiles garras para salir literalmente volando. Brincó primero la abundante maraña arbustiva del cauce del río, lo cruzó a nado veloz y hábilmente fruto de su fortaleza física, abandonando el agua con agilidad por unas ramas secas colgantes de zarza sujetas a un talud vertical hasta desaparecer finalmente entre la espesura del arbolado.
Una vez terminó todo, nos miramos atónitos, sabiendo de lo que este animal era capaz físicamente pero, sin imaginar cómo.

 

El origen incierto con el que se especula la procedencia de la gineta, tiene tres vertientes; dos de ellas por colaboración humana: pudo ser introducida por los fenicios, comerciantes especializados y grandes conocedores del Mediterráneo; y por los musulmanes, cuando invadieron nuestro país en el siglo VIII pudieron utilizarlas como bellas cazadoras en sus palacios. Sea como fuere, queda la otra opción interpretada como la más lógica: la existencia en el mioceno de una conexión entre África y la Península Ibérica que permitiría el acceso a la gineta; sin embargo, no se han encontrado evidencias fósiles que lo confirmen. Ojala fuera ésta última la hipótesis real, puesto que, de momento, sólo tendrían la presión de los alimañeros de los cotos de caza; de lo contrario, se añadiría también la del comando exterminador de especies invasoras. 

 
















Suerte gineta.   

                                 
                                           

domingo, 15 de abril de 2012

Colibríes: el magnetismo de lo diminuto.


Beija-flor-de-fronte-violeta Thalurania glaucopis (Gmelin, 1788)
Muchos días de infancia los pasé, cuando se me presentaba la oportunidad, mirando con fijación y asombro un insecto volador que nunca se posaba para libar las flores. Se movía con tanto nervio como velocidad frente a su objetivo repleto de polen o néctar, haciendo gala de un extraordinario control de vuelo capaz de variar súbitamente de posición entre las plantas. La esfinge colibrí (Macroglossum stellatarum) me recordaba siempre a otra especie por su acentuada convergencia morfológica, sólo que dicha especie, estaba emplumada de brillantes colores. Era precisamente el colibrí, el que además, había legado su nombre a este hiperactivo lepidóptero ditrisio tanto por su equivalente capacidad de vuelo como por la de explotar el mismo soporte alimenticio. Por eso mismo, al ver a esta espectacular miniatura vertebrada de vuelo zumbante desplazarse delante de mí, no pude menos que recordar aquellas esfinges que avivaron desde entonces el encuentro con este añorado momento.


Picaflores, chupaflores, pájaros mosca son algunos nombres con los que se conoce a los colibríes en sus lugares de distribución, ya sea por su diminuto tamaño como por su modo de alimentarse y converger en el diseño de vuelo. Evidentemente, cabe resaltar la importancia de estas aves como polinizadoras de árboles y plantas en la misma línea que los himenópteros. Poco a poco, iba comprobando de la miniatura del colibrí toda su magnitud, sin dejar de atender ni un segundo el escenario natural que se abría delante de mí.


Conviene prestar atención al buscar colibríes, porque debido a su pequeño tamaño, puede ser fácilmente confundido con un gran abejorro o mariposa nocturna.
Si lo vemos desde escasa distancia y sin apenas ruido ambiental, es posible escuchar el zumbido provocado por el acelerado batir de alas; hasta 80 veces por segundo. Para soportar semejante sobreesfuerzo el colibrí posee la quilla del esternón más desarrollada que en otras aves, en esta pieza ósea, se inserta una poderosa musculación eficaz para este fin. Todo son maravillas anatómicas para colmar las exigencias de esta criatura adaptadas al sofisticado hábito de alimentarse sin dejar de volar. Por eso, hay añadidas en su esqueleto características estructurales donde el húmero y una articulación del hombro les permite variar el ángulo de las alas; de este modo, pueden permanecer estáticos (cerniéndose), volar de lado e incluso marcha hacia atrás. Naturalmente, tanto desgaste energético por el elevado metabolismo muscular requiere de una alimentación constante, siendo por ello, los vertebrados que mas comen en proporción a su propio peso. Y, nada de esto sería posible sin un motor irrigador tan preciso, por eso (se calcula), el corazón del colibrí late unas 1000 veces por minuto.

Así es, más o menos, este vibrante torbellino que como un diminuto y veloz tornado aparece y desaparece, eso sí, dejando no una oleada de destrucción, sino una estela de asombro para quien los mira entusiasmado.



Hibisco colibrí (Malvaviscus arboreus) planta de pétalos cerrados muy visitada por estos minúsculos pajarillos. La lengua protráctil de estos pájaros se contrae y extiende con velocidad a lo largo de la acanaladura de la mandíbula inferior, así consiguen ingerir el alimento del interior de las flores. Cuando el pico no da la medida proporcional al ser la corola muy larga, la perforan lateralmente para alcanzar el azucarado alimento.

Están incluidos en el Orden Apodiformes como los vencejos, aunque forman un suborden independiente. Si un colibrí cayera a tierra, sería incapaz de levantar el vuelo debido a sus cortas patas, exactamente igual que un vencejo.


Los colibríes también incluyen en su dieta insectos blandos que capturan mediante una táctica muy elaborada; consiste en acelerar el aire con sus alas para canalizar a sus presas y proyectarlas al interior de su boca.

Fijaos en las siguientes imágenes el efecto del vuelo del ave entre los abundantes mosquitos.


















Beija-flor-preto Florisuga fusca (Vieillot, 1817)
Ejemplar joven.

Después de agitar la nube de mosquitos, el colibrí hace una breve parada para darles tiempo a reagruparse y, comenzar de nuevo la cacería.


Beija-flor-preto Florisuga fusca (Vieillot, 1817)
Ejemplar adulto; pierde los detalles de coloración rojiza en bigoteras y zona superior de la cabeza.

Los colibríes se distribuyen exclusivamente por las dos Américas; desde Alaska, por el norte, hasta La Tierra del Fuego, por el sur. Las 320 especies conocidas habitan variados hábitats que van desde selvas ecuatoriales hasta desiertos cálidos (Arizona) o fríos (Tierra del Fuego, altiplanicies andinas).
El colibrí gigante de Los Andes alcanza 20 centímetros de largo y es el mayor de todos; el mas diminuto es el sunsún de Cuba, que no llega a los cinco centímetros de longitud.

Tienen genio y agresividad estos diminutos pájaros y, no dudarán en atacar con su zumbante vuelo y punzante pico a otras especies mayores que ellos, incluidas a las rapaces si su presencia les perturba.

Naturalmente tienen enemigos y, entre ellos, arácnidos de gran tamaño que los capturan en sus redes; también la mantis religiosa puede sorprenderlos.

domingo, 1 de abril de 2012

Ferro velho (Euphonia pectoralis)



Mientras observaba la magnitud de los árboles del manto selvático, saciados de agua y de nutrientes pero no de luz, comprobaba atónito la lucha entre ellos a base de metros de altura para alcanzar quizá el bien más preciado, la luz del sol. Seguía con detenimiento los olores y los sonidos del bosque, tan significativos en un ambiente extremadamente tupido, donde la voz y los colores vivos son determinantes a la hora de comunicarse muchas aves que viven encerradas en estas selvas brasileñas.



Que cosas…, fue ver a esta pareja de llamativos pájaros acercarse el uno al otro creyendo erróneamente que se trataba de una exhibición entre macho y hembra y, resulta, que era todo lo contrario; una disputa en toda regla de dos machos. Las fotos, desgraciadamente sin apenas color al hallarse ambos pájaros a la sombra del ramaje, pueden inducir a confusión, puesto que sus colores son más vivos con luz directa. El caso es, que se acercó el ejemplar de la derecha a su oponente, y la voz entre ellos no era precisamente melodiosa, sino áspera e irritada. Ambos se tambaleaban de derecha a izquierda como si fueran púgiles en un cuadrilátero, con las plumas pectorales y dorsales ligeramente erizadas. Sin apenas dar un paso atrás se debatían en un espacio mínimo intimidándose. Pero, no había violencia física, al contrario, el combate parecía desencadenar una serie, creo yo, de improperios con unas voces alteradas que crecían por momentos.



Finalmente, tal vez, abandonara la rama el vencido, abrumado por el desafío y la fuerza del chirriante canto de su adversario. A pesar de no tener ningún fundamento científico esta pequeña observación puntual, siendo mas anecdótica que otra cosa, se puede ver en un video a continuación otra disputa incluso algo más acalorada, donde tampoco ninguno de los dos enfebrecidos contrincantes llega más allá del griterío con el que se amenazan en el comedero. (Video You Tube).



Todo lo contrario le ocurre al gorrión común; en ocasiones, he visto caer sin apenas control a dos machos tan acalorados que, ni en tierra, por el peligro que conlleva, eran capaces de reaccionar presos de su incisivo y belicoso celo.


Fotografía de Dario Sanches (Wikipedia).

Se puede comprobar en este macho como contrasta el azul metálico, amarillo y rojo óxido. Su plumaje está perfectamente pegado al cuerpo, no existe tensión ni alarma aparente.


viernes, 23 de marzo de 2012

GARIBALDI (Chrysomus ruficapillus)



Este pájaro de plumaje discreto que os presento es bastante habitual en las zonas cercanas al agua. Lo veía muy a menudo sobre la vegetación palustre de la orilla del río Paraíba (RJ) Brasil como si fuera un carricero más, de hecho, es su hábitat preferido. El Garibaldi (no sé, por cierto, si tendrá alguna relación el nombre del pájaro con el héroe revolucionario Giuseppe Garibaldi) pertenece a la familia de los ictéridos, restringidos al Nuevo Mundo. Son aves pequeñas a medianas muy coloreadas; aunque en muchas especies predomina el negro mezclado frecuentemente con amarillo, naranja o rojo.



El macho luce un plumaje negro azulado, brillante, con píleo y babero castaño rojizos; la hembra es de un tono parduzco, discreto como el de otras tantas especies, apto para pasar desapercibida sobre el nido. El plumaje de los jóvenes también es de tono pardo, les sirve para mimetizarse los primeros días de vida cuando son más vulnerables a los predadores. La melodía aguda y gorjeante de su canto le hace destacar entre la vegetación lacustre donde alza su voz desde los puntos más elevados. Como es habitual en los pájaros de trino melodioso las frías jaulas de carceleros sin escrúpulos serán el futuro reducto de muchos de ellos.



Cría en pequeñas colonias y es la hembra la que construye el nido donde pone de tres a cuatro huevos que sólo ella incuba. Los pollos al nacer son alimentados por ambos progenitores hasta que abandonan el nido y se unen al grupo familiar.

El Garibaldi como el tico-tico (Zonotrichia capensis) sufren el parasitismo del tordo renegrido (Molothrus bonariensis). La hembra del tordo extrae un huevo del nido seleccionado para poner en su lugar el suyo que, incubarán las aves parasitadas sin advertir el cambio.

Se alimenta de insectos, larvas y también de semillas. Su visita en bandadas a los arrozales para alimentarse tanto de grano como de invertebrados genera malestar entre los campesinos, achacándoles éstos, un peso importante de sus pérdidas.
Se distribuye por Brasil, Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay.








Postura típica de exhibición.

domingo, 18 de marzo de 2012

Tico-tico (Zonotrichia capensis)

 

Seguramente, habremos coincidido al pensar en el enorme parecido del tico-tico (Zonotrichia capensis) con nuestro escribano montesino (Emberiza cia) fijándonos en el dibujo listado de la cabeza. Ambos son parecidos en el caprichoso detalle cefálico, en las dimensiones, y en su distribución preferente por los espacios abiertos, donde el primero es menos montaraz y más urbano. 

Este bello pájaro pertenece a la familia Emberizidae; a primera vista, se descubre su afinidad con los escríbanos tanto en el plumaje abigarrado como en la forma del pico apto para el consumo de semillas y, también, para capturar insectos sobre todo durante la época de cría. Es el tico-tico, como se le conoce en Brasil, un ave ampliamente distribuida por toda América del Sur, excepto Amazonía, Tierra del Fuego e Islas Malvinas. Es muy común en zonas abiertas como praderas, sierras y roquedos, humedales y lugares humanizados.

 
Chingolo, chincol, cachilo, copetón, pichitanca o chesy hasy, son algunos de los nombres con los que se conoce a este pajarillo en otros países.

 
Su longitud es de 14 a 15 cm. 
Carece de dimorfismo sexual.

 
Sufre el parasitismo del Tordo renegrido (Molothrus bonariensis) que suele utilizarle como huésped para sacar adelante a su descendencia.

miércoles, 14 de marzo de 2012

CAPIBARA (Hidrochoerus hidrochaeris)



Recuerdo desde hace muchos años en la serie televisiva de El Hombre y La Tierra, el capitulo titulado “El rodeo de los chigüieres” dedicado a los capibaras. Entonces, la llanura venezolana se resentía debido a una anormal sequía que estaba mermando considerablemente las zonas húmedas, vitales para la fauna dependiente del agua. Los capibaras, prisioneros del líquido necesario para regular su temperatura corporal, se hacinaban en las escasas charcas que iban menguando bajo el implacable calor reinante.

Desde entonces, nunca se me olvidó el nombre de capibara o chigüiere ni el aspecto de este animal. Pero no porque fuera el mayor roedor viviente sobre la faz de la tierra, ni por sus 50 kilos de peso ni por sus 1´36 metros de longitud y 50 cm. de altura en la cruz, no; fue debido a las crudas imágenes de muerte a golpes con la que se despachaban los maceteros del llano hacia estos animales. Los maceteros son personas provistas de un grueso y duro palo similar a un bate de béisbol, utilizado para golpear en la cabeza a los capibaras hasta aturdirlos mortalmente. Los llaneros montados a caballo, se encargaban previamente por velocidad, de cercar a estos enormes roedores dejándolos a merced de los matarifes, que iban acercándose lentamente a pie para rodearlos sin dejarles escapatoria. Mientras los golpeaban una y otra vez, a unos dos golpes por ejemplar, éstos se apilaban sin escapar del rodeo mortal, pero, ¿por qué no salían en estampida a toda velocidad? Sencillamente, porque estas personas especializadas en este rudimentario trabajo sabían que, una vez eliminados los ejemplares dominantes, el resto del grupo no abandonaría a los suyos aun muertos. La razón de este cruento ritual es la de comercializar la carne y la piel de los también llamados carpinchos, muy preciadas en algunos países. Se suele respetar a hembras y jóvenes para garantizar su futuro.



Pero antes de concluir, para eliminar los vestigios de la cruda realidad, permitidme el placer de exponer mi primera impresión ante este enorme roedor después de verlo directamente dormitando; fue como ver a un enorme hámster acurrucado en su nido de hierbas, pacífico y confiado, como quien mira a su perro descansando en el jardín.



Su nombre vernáculo significa “Señor de la hierba”, esto da una idea clara sobre la base de su alimentación. Pasa las horas más calurosas del día reposando, bien en la orilla de cualquier masa de agua o sumergido con objeto de refrescarse, ya que carece del sistema fisiológico interno de termorregulación. Cuando llega la tarde, con menos calor, aprovecha para alimentarse apacentando como las ovejas.


Es un excelente nadador que se impulsa con sus menbranas interdigitales, y me gustó verlo surcando las aguas buceando por la superficie mientras dejaba tras de si una estela que lo delataba. Cuando necesitaba respirar, asomaba levemente la parte superior de la cabeza donde los ojos, los orificios nasales y los diminutos pabellones auriculares cumplían discretamente las funciones informativas necesarias del capibara, puesto que sus enemigos son numerosos y las precauciones pocas.


Video de El Hombre y La Tierra sobre la captura de los capibaras (imágenes cruentas).


http://www.rtve.es/alacarta/videos/el-hombre-y-la-tierra/hombre-tierra-rodeo-chiguieres/802181/

domingo, 11 de marzo de 2012

Quero-quero (Vanellus chilensis); un ave guerrera.



Quienes conocen al arrendajo (Garrulus glandarius) saben que su característica más conocida no es precisamente la de dejarse ver, si no todo lo contrario, es la de dejarse oír. Y, lo hacen de un modo estridente, alarmando a todos habitantes del bosque, poniéndolos en guardia ante la presencia de un eventual enemigo. Algo parecido ocurre con el quero-quero (Vanellus chilensis) como se le conoce en Brasil, un charádrido algo mayor que nuestra avefría europea (Vanellus vanellus) y que tiene por costumbre alertar a todos los animales que conocen el pronóstico de su voz.



Cuando observé al quero-quero por primera vez, la impresión inicial fue la de tener ante mi a un ave inquieta, muy activa, belicosa y soberbia. Con un intenso griterío levantaba el vuelo súbitamente una y otra vez, rodeando el perímetro más importante de su núcleo territorial, ahuyentando por ello, a todas las aves de su alrededor. Veía a un ave briosa, pero sobre todo, firme y decidida a combatir con cualquier intruso que sobrepasara su línea de seguridad.



Mientras ampliaba una de las fotografías, comprobé que en cada vértice flexor de sus alas sobresalía un rojizo y afilado espolón. Desconocía la existencia de este apéndice intimidatorio que me hizo comprender la reacción de su desparpajo a la hora de deambular tan altanero por su propiedad. Estos afilados espolones son utilizados durante sus peleas, exhibiéndolos con las alas abiertas y peleando como auténticos gallos de combate pero, en vez de a patadas a manotazos. Son capaces por su irascibilidad, de perseguir y acosar a rapaces, gatos domésticos o cualquier husmeador que ponga en peligro a sus crías.

Me comentaron un caso de ataque de estas aves a un empleado en los jardines de su empresa, cuya persona quizá, se acercó demasiado sin saberlo a la zona de cría de estas aves.
Los chilenos le llaman tero-tero, y su selección de rugby lo tiene como emblema en su escudo. Ahora entiendo la originalidad del pueblo chileno con su equipo de rugby, seleccionando a un ave que les representa en su escudo con todo el empuje de una auténtica fiera.



Foto: cortesía Wikipedia.
He querido echar mano de la socorrida Wikipedia para mostraros una imagen que revela claramente los intimidantes espolones del quero-quero, su principal recurso defensivo después del vuelo. Impresionan ¿verdad?




Nuestras avefrías son menos belicosas, de voz más suave, menos estridente y similar al tierno maullido de un gato. Sin embargo, ambas abanderan unas características específicas que las hacen destacables tanto por el contraste de su vistoso plumaje tornasolado como por su capacidad de desplazamiento y alimentación en equipo.


El bando aerodinámico de las grullas deja a los incondicionales de estas aves con la boca abierta cada vez que vienen y van; pero, no es menos espectacular el de las avefrías europeas que, con su rítmico batir de alas alternan el blanco y negro de su plumaje consiguiendo crear un efecto mágico, como el destello chispeante de una lluvia de estrellas.
Nota: para diferenciar a los machos de las hembras en vuelo basta con fijarse en el ancho de las alas; las de las hembras son más estrechas.









La familia Charadriidae abarca 63 especies entre chorlitos, chorlitejos y avefrías; son aves de espacios abiertos y cercanos a humedales empantanados, ríos y costas. Nuestro protagonista no desecha las zonas humanizadas como jardines, parques e incluso campos de futbol. Se alimenta principalmente de insectos que, a veces, captura en pequeñas carreras; también busca todo tipo de presas entre el limo, como lombrices y otros invertebrados.

Mas datos:

http://es.wikipedia.org/wiki/Vanellus_chilensis

http://www.zoowebplus.com/animales/?animal=teruteru

http://www.wikiaves.com.br/quero-quero