Cuantas veces he tenido la fortuna de ver al zorro Vulpes vulpes embelesado en sus prospecciones a la búsqueda de topillos, aderezado su trote con ese estilo tan particular lleno de elegancia entre parada y parada. Como decía el gran divulgador Félix Rodríguez de la Fuente "el zorro no corre como el lobo, prodigioso fondista, o como el torpe tejón o como el agilísimo lince. Se mueve con una armonía absoluta, con una elegancia que no pueden olvidar quienes hayan observado en una limpia pradera la carrera de un raposo sobre los cien metros lisos". Es cierto, uno no se olvida jamás de su portentosa modalidad atlética. Siempre he sentido una extraña admiración por este pequeño cánido, tan astuto y taimado, tan ligado al medio antropógeno tratando de sacar el máximo partido de sus acechos a la opulencia humana.
Tras el acercamiento, el reconocimiento pertinente. También se aupó sobre sus patas traseras apoyándose en mi pierna. Lo peor, no tener nada que darle para comer.
Aunque volví al día siguiente con alimento, ya no lo encontré.
He visto sus escandalosas batallas territoriales, irguiéndose sobre sus patas traseras y golpeándose entre ellos con las delanteras, emitiendo simultáneamente gritos estremecedores que inquietarían a cualquier desconocedor de la especie. También, he presenciado sus correrías nocturnas y recogimiento en la alborada, cuando un grupo de éstos cánidos ascendía por una ladera. La progenitora era seguida por los jóvenes mientras éstos iban marcando su estatus jerárquico. Por supuesto, he seguido los juegos de los pequeños zorros a la entrada de su cubil y, como no, los restos del oportunismo del búho real ante la inconsciencia de estos pequeños centrados en sus juegos infantiles. He visto, para afirmar las palabras anteriores, muchos nidos con restos recientes de incautos raposos que, por su entrega, descuidaron su retaguardia.
Aunque puede parecer una reacción agresiva, nada de eso, fue sencillamente una travesura del joven zorro que le dio por morder la correa.
En fin, supongo que he disfrutado de casi toda la conducta biológica del zorro pero, me faltaba como he visto en otros blogs, "mi zorro manso".
Sé que Carlos Martinez en su blog "Zancadas Ligeras", al igual que otros autores, también tuvo esa oportunidad donde muestra con orgullo esa interacción con Maese Raposo, además de tenerla con jabalíes, cabras y caballos, entre otros.
Así que, en los soberbios jardines del Palacio Real de la Granja de San Ildefonso (Segovia), durante una visita, aconteció el encuentro con el real zorro tan amable y atento, aunque algo correoso con la cámara de fotos.
He visto muchos zorros y, todavía, sigo disfrutando como el primer día de su presencia.
Jardines del Palacio Real de San Ildefonso (Segovia).