Los
cantiles calcáreos son balcones ideales para exponer vocalmente sus intenciones los machos
de paloma zurita Columba oenas. Desde
allí, zurean machaconamente, aderezada su voz por el eco de un espacio
encerrado por la roca. A cualquier hora diurna sin desdeñar incluso las horas
más calurosas, como las chicharras bajo el intenso calor, resulta audible su
arrullo desde cualquier promontorio intentando atraer la atención de la hembra.
El verde metalizado a ambos lados del cuello destella cuando sus pulmones se llenan y vacían de aire, convirtiéndolo una vez exhalado, en voz grave y ahogada como una
súplica constante.
Muy vulgarizadas por la gente a causa de las palomas domésticas, las palomas silvestres siguen pareciéndome unas aves extraordinarias.
Muy
parecida a su pariente próxima la paloma bravía Columba livia, se diferencia de ésta por carecer del intenso
obispillo blanco y tener las franjas alares menos marcadas. El iris de los ojos
es de un castaño oscuro que apenas se aprecia con el negro de las pupilas; en
las bravías es de un tono anaranjado rojizo.
Es
la menos urbana y en la ciudad coincide poco con la alimentación de palomas
domésticas y torcaces.
Macho de zurita arrullando
Si
la paloma torcaz tiene un enemigo a su medida como es el azor Accipiter gentilis, la bravía y la
zurita tienen al halcón peregrino Falco
peregrinus.
En
el entramado rocoso del cañón del río Mesa no faltan las persecuciones de los
peregrinos en busca de presas con las que subsistir.
La
última secuencia que pude presenciar fue la de una infortunada paloma zurita,
alcanzada por el macho de un peregrino rebosante de energía dispuesto a
demostrar a la hembra su capacidad cazadora. Una ofrenda para aceptar ésta el
emparejamiento y su disponibilidad reproductora.
A la izquierda un joven de paloma torcaz Columba palumbus y a la derecha joven de paloma zurita Columba oenas, ambas con tonos más apagados.